III. Sentencia

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Azumane se encontraba sentado en silencio bajo un árbol de un parque lejano a la feria. Las estrellas se encontraban en su cúspide, pero él tenía la vista nebulosa de tanto llorar y de la hinchazón de sus ojos.

—Te amo, Yü —repitió una vez más, antes de volver a romper a llorar.

Nada pasaba cuando lo repetía. Todo seguía igual. Él no iba a volver.

Nishinoya por su parte, lloraba de espaldas a él. Sus ojos se mantenían fuertemente apretados puesto que la impotencia, el dolor y toda esa mezcla extraña de sentimientos que lo invadían luego de lo que se enteró en la tienda de la gitana, simplemente no tenían manera de homogeneizarse en su interior: se encontraban en completo caos.

Y por si no fuera suficiente cargar con todo eso que se había enterado, también tenía que cargar con el dolor de haber visto como Asahi se volvía loco. El notar como se quebraba, como lloraba y como un par de enormes gitanos lo echaban de la feria golpeándolo como al enorme bebé que era.

Asahi no sabía pelear, mucho menos defenderse. Era un tipo grande, pero de allí a saber cómo hacer daño o evitar que lo lastimaran había un paso enorme. Los rumores sobre él eran tan ridículos precisamente por eso, porque el chico era la persona más indefensa del mundo, aún con su colosal altura y su cara de persona seria y adulta.

Nishinoya se sintió terriblemente mal de ver como se lo llevaban y no poder hacer nada al respecto, más que simplemente andar tras él como si de una sombra se tratase, hasta terminar en este lugar.

No quería volver a casa, porque ya no tenía casa. No quería dejarlo solo, aun si de todos modos lo estaba. No sabía que más hacer, y la cantidad de cosas que surcaban su mente no lo ayudaban para nada, simplemente lo hacían sentir más conflictuado con todo esto y lo lastimaban más desde adentro.

Una parte de él deseaba enojarse por el hecho de que algo como una confesión que nunca fue hubiera, literalmente, acabado con su vida. Era muy frustrante la idea de que algo tan tonto pudiera ser la razón para borrarlo del mapa. Por otro lado, tampoco el enojo que sentía en parte hacia Asahi estaba orientado a que por su culpa, hubiera desaparecido, sino que por el contrario, se sentía dolido porque Asahi jamás le hubiera dicho nada, no podía entender cómo era posible que durante tanto tiempo se hubiera guardado algo tan grande como eso y jamás, jamás se lo hubiera dicho.

Y ahí se empezaba a meter en terreno peligroso.

¿Acaso Asahi no era su amigo? Noya siempre lo consideró su amigo y por eso consideraba importante el hecho de que no le hubiera dicho nada de lo que sentía por él. Por más absurdo que pudiera sonar, Nishinoya sentía que era importante que un amigo te hablara de que estaba enamorado de alguien, porque estar enamorado era algo importante para una persona, y un amigo era alguien con quien correspondía compartir cosas importantes, aun si la persona de la que estabas enamorado fuera ese mismo amigo, ¡una cosa no quitaba la otra!

Noya estaba enojado de que Asahi no se hubiera atrevido a confesarse, pero una parte de él simplemente no dejaba de pensar que a su vez, quería entenderlo, porque quería justificar lo que sucedió y no quedarse simplemente con el hecho de que había sido un cobarde.

El chico se encontraba dolido de que no le hubiera dicho nada, pero por otro lado, había muchas cosas que tener en cuenta. Nishinoya jamás le había hablado a Asahi sobre un enamoramiento real de alguien, solo de Kyoko-san, pero ella no era alguien que verdaderamente despertara amor en el muchacho, sino que solo era una chica guapa y nada más.

Por otro lado, se preguntó si realmente él hubiera querido que Asahi le hablara sobre que estaba enamorado de alguien, ya que lo cierto es que desconocía cual pudo haber sido su reacción si el chico le contaba. Decidió imaginarse la secuencia y sorprendentemente, la idea de que Asahi le contara que estaba enamorado de alguien, lejos de lo que le había parecido en un principio, no le gustó para nada.

La maldición de la GitanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora