II

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Se alcanzó a colar un rayo de sol por mis dañadas persianas, abro los ojos lentamente, no tenía ganas de levantarme. Me inclino sobre mi polvorienta cama y estiro los brazos. El polvo empezó a sacudirse por cada rincón de mi habitación. camino lentamente al espejo, o al menos lo que queda de él. Veo mi reflejo con tristeza, las numerosas cicatrices en mi cara, las varias puñaladas en mis estómago y los tatuajes que se cruzaban alrededor de mi pecho. No comprendía cómo había llegado hasta donde estaba, un asesino a sueldo, un ladrón, me odiaba a mi mismo, cada día me reconocía menos en el espejo.

Salí de aquella habitación polvorienta, el olor a cigarrillo estaba impregnado por todo el lugar. Los drogadictos se encontraban tirados por toda la calle, en cartones envueltos por cobijas. Agarré las camisas que el húmedo y frío viento mecía. Todos los días al salir a la calle llegaban niños a mi puerta a pedirme dinero para el pan del día; Siempre traía conmigo unos pesos para poder compartirlos con ellos. Éste día solo vino Juan, un huérfano que a duras penas podía hablar, debía tener unos 5 años. Me puse en cuclillas y coloqué algunas monedas en sus manos, respondió con una sonrisa y una mirada vidriosa, puse mi mano sobre su desordenado pelo y le sonreí con tristeza. 

Estaba sentado en la acera, esperaba a David, uno de mis amigos de la infancia. Habíamos quedado para pasarla un rato en el parque. Tenía algunos billetes arrugados en mi bolsillo y no pensaba ahorrarlos. Llegó David, estaba más pálido de lo normal, me acerqué con velocidad, se recostó en mi hombro y me mostró una puñalada que se escondía bajo su abrigo de cuero. 

- ¿Qué pasó? - . Pregunté con la voz agitada, no me imaginaba la idea de perder a la única persona que de verdad me conocía.

- Perdóname, no pude detenerlos -. Me miró a los ojos. - Ya es muy tarde - . Su voz cada vez se hacía más distante, la frustración de perder a mi mejor amigo después de tantos inviernos juntos y no poder hacer nada al respecto. Nuestros rostros se encontraban cubiertos de lágrimas, no quedaba nada más que hacer. Con un sonrisa falsa intentando aparentar que no sentía ningún dolor, con su último respiro me susurró al oído.

- Gracias -.

No pude despedirme de él propiamente.


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⏰ Última actualización: Aug 04, 2018 ⏰

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