¿Qué es eso de cortarse?
El hábito de cortarse la piel con objetos afilados es una forma de autolesión, un comportamiento compulsivo que tiene como fin hacerse daño a sí mismo. Otras formas de autolesión son quemarse, magullarse y golpearse. Este artículo trata sobre el hábito de cortarse, pero los principios que expone son útiles para combatir todo tipo de autolesión.
Antes de continuar, aclaremos las siguientes cuestiones:
Este es un problema de chicas. ¿Cierto o falso?
Cortarse viola el mandato bíblico de Levítico 19:28, que dice: “No deben hacerse cortaduras en su carne”. ¿Cierto o falso? (O como dice la Biblia de las Américas "'No haréis sajaduras en vuestro cuerpo").
Respuestas:
Falso. Aunque este problema es más común entre las chicas, también hay chicos que se cortan o se lesionan de otras formas.
Falso. Levítico 19:28 se refiere a un rito pagano de la antigüedad, no al hábito compulsivo de causarse heridas. Con todo, es obvio que nuestro Creador nos ama y no desea que nos hagamos daño (1 Corintios 6:12; 2 Corintios 7:1; 1 Juan 4:8).
¿Por qué algunos lo hacen?
¿Cuál de estas declaraciones crees que es la más acertada?
Quienes se cortan lo hacen porque...
A... se sienten sumamente angustiados.
B... quieren quitarse la vida.
La respuesta correcta es la A. La mayoría de los que se hacen cortaduras no quieren morir. Solo desean aliviar su dolor emocional.
Fíjate en las razones que han dado algunas jóvenes.
Celia: “Sentía un gran alivio”.
Tamara: “Lo veía como una salida. Prefería el dolor físico al dolor emocional”.
Carrie: “Odio estar triste. El dolor de las heridas me ayudaba a olvidar la tristeza”.
Jerrine: “Cada vez que me cortaba, era como si me aislara del mundo, como si por un momento no tuviera que luchar más con mis problemas. Necesitaba ese descanso”.
¿Cómo se vence este problema?
Si tienes el hábito de cortarte, es imprescindible que le ores a Jehová, el Dios verdadero. La Biblia dice: “Ech[e]n sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7, Traducción del nuevo Mundo).
Sugerencia: Comienza con oraciones breves, tal vez diciendo algo tan sencillo como: “Jehová, ayúdame por favor”. Poco a poco podrás ir abriéndole tu corazón al “ Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3, 4, Reina Valera 1909).
La oración no es una simple ayuda psicológica. Es nada más y nada menos que hablar con nuestro Padre celestial. Él nos promete: “Verdaderamente te ayudaré. Sí, yo verdaderamente te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia” (Isaías 41:10, Traducción del Nuevo Mundo).
Algo más que ha ayudado a muchos a vencer este hábito ha sido contarle su problema a alguno de sus padres o a otro adulto de confianza. Veamos cómo les fue a tres jóvenes que decidieron hacerlo.
Entrevista
Diana (21 años)
Kathy (15 años)