Prólogo

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—Este traje es una mierda— expresé con gran repudio, refiriéndome a lo que llevaba puesto: un traje color “malva” en conjunto a una corbata con franjas moradas y violetas.

Recién dije esto, resonó el sonido del excusado seguido de la puerta abriendo y cerrando. Star me contempló de pies a cabeza con gesto burlón, y luego de sobarse el estómago respondió:

—Mierda la que acabo de ca-

—¡Agh!— No lo deje terminar la frase. — ¡Eres un cerdo!

—Pero adoras a este cerdito tal y como es, ¿a qué sí Nikki?— No pude evitar entornar los ojos. ¡El maldito sabe que me es imposible negarme a él cuando se pone así de empalagoso!

—Sabes que sí, pero dejemos los sentimentalismos de lado y ayúdame a escoger un traje para la entrevista.

Puta madre, me parezco al Gato Violador de Disney. Y lo peor, ¿Cómo es posible que existan tantas variedades de violeta? Señoras y señores, me declaro daltónica. Punto. Es más, ni siquiera me interesa que el lila y el malva no sean lo mismo.

Veo con desaprobación a la persona frente al espejo. Soy lo suficientemente alta como para burlarme del hombre enano promedio, como Star- por ejemplo-, mi cabello corto es ondulado y cobrizo, carezco de todo tipo de curvas (ni siquiera puedo compensarlas con las características curvas de gordura), soy delgada, sí, pero plana, una mujer plana.

Star se hallaba tendido a pierna suelta sobre su cama. Que importa. Es su departamento, después de todo. Yo soy la invasora.

—Una falda no te vendría mal.

—Ni pensarlo.

NO. DEFINITIVAMENTE NO.

Mejor me trago la fachada de Alicia en el País de las Maravillas.

Empecé a hurgar entre las prendas o al menos hice el esfuerzo, ya que el caos reinaba dentro del closet, literalmente, daba la impresión del típico acumulador compulsivo, en el caso de Star, de ROPA; llevaba impresa la bandera gay hasta en la más mínima prenda. Absolutamente nada coincidía con el perfil que estaba buscando.

—Eres tan poco femenina, y pensar que cuando nos conocimos estuve a punto de comerte.

De sólo recordarlo sentí escalofríos recorrer mi espalda. En aquel entonces apenas cumplía dieciocho, él veinte. Nos conocimos en las peores circunstancias.

—Ja-Ja. Maldito Omega, cuando tenga mucho dinero mandaré a que te jodan el trasero por puto.

—¡Ey, te estás pasando de grosera pendeja!

—¡Si quieres que me calle tan siquiera ayúdame a…—y en un abrir y cerrar de ojos terminé sepultada bajo una montaña de ropa.

Mi supuesto mejor amigo en vez de acudir a mi rescate se atragantó con sus propias carcajadas, furiosa, traté de ponerme en pie por mi cuenta, al tanteo, mis manos dieron con un par de camisas, entonces, me topé con un objeto duro y alargado, preguntándome qué era (pendeja) tire de él y lo alcé en lo alto.

Un pene de plástico. Dildo para los compadres.

—Dime que está limpio, por favor.

No me juzguen. El desgraciado infeliz tiene su habitación hecha un lío. Quién sabrá qué otros objetos oculta dentro de su closet.

—Tal vez sí, tal vez no— se posicionó panza abajo para encararme con su característica sonrisa burlona— ¿Ser o no ser? Esa, mi querida amiga, esa es la pregunta.

Corre, Aster Mondragón, definitivamente corre.

—¡TE VOY A MATAR! ¡VEN AQUÍ JOTO CALENTURIENTO DE MIERDA!

El Latido Y El Engaño [Omegaverse Yuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora