CÁSATE CONMIGO.

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CAPITULO 12


Una vez más el dolor se había apoderado de mí. La verdad es que no creo que en algún momento desde la muerte de Jeff, se hubiera ido del todo.


Me volví a sumergir en mi miseria, sin ducharme, apenas si comía. Una vez más deje de atender las llamadas de mi madre, de Mayté, Robert y todos aquellos que quisieran hablar conmigo. No tenía ánimos de escuchar lo que yo ya sabía, pero que era una cobarde y débil para aceptarlo.

Que una vez más debía reponerme.


Lo cierto es que me encontraba en una montaña rusa de emociones, y esta semana el carro se había quedado justo muy abajo. Sé que mis familiares y amigos tienen miedo de que intente nuevamente quitarme la vida, pero eso es algo que no volveré a intentar.

Espero.


Mi celular suena por milésima vez en el día, la pantalla marca el nombre de Robert, debato entre responder o no, sobretodo porque estoy completamente apenada por mi teatrito del día del grupo de ayuda — mi episodio psicótico — no sé qué decirle, ¿cómo explicar que vi a mi casi marido muerto, sentado mirándome, mientras yo intentaba hablar de él?, sé que inmediatamente me llevaría a un loquero y no quiero eso ni de broma. Pero también sé que estoy completamente en deuda con él. Así que muy a pesar de que no quiero hacerlo, tomo el celular y respondo. Por lo menos para decirle que estoy viva aún.

—Bueno— mi voz se oye completamente pastosa, aclaro la garganta para no escucharme tan terrible— ¿Qué pasó?

—Es lo mismo que quisiera saber, ¿Qué ha pasado contigo? — tenía una semana que no hablaba con él.

—Yo..uh...— no tenía nada inteligente y de peso que decirle, así que simplemente fui sincera— estoy triste— pude escuchar su respiración calmarse, aguardo en la línea a que yo continuara— quiero seguir, dios... En verdad quiero vivir mi vida una vez más, pero a veces no puedo, me levanto, me visto y respiro, pero siento que todo es mecánico. Por más que me esfuerzo no le encuentro un motivo real a mi vida, y sé que no soy la única a la que le ha pasado algo así, pero solo de vez en cuando quiero cerrar los ojos y pensar que soy alguien más o despertar un día y darme cuenta que todo esto ha sido una terrible pesadilla de la cual ya me desperté y el este en su estúpido sillón horrible y viejo... el cual odio como nunca.

—Suena como que debemos tirarlo... — sé que no ha mencionado nada de lo anterior porque es un hombre tan caballeroso que no me va a cuestionar mis sentimientos.

—Asentí, aun sabiendo que él no podía verme— perdóname por haberme desaparecido así, pero no creo justo para ti o para nadie más que tenga que estarme soportando en este estado. Estoy completamente rota.

—Vamos, Nat. No lo digas como si fuera un trabajo del cual debemos huir. Y debes entender que no puedes apartarnos de ti, no solo depende de ti esa decisión, ¿entiendes?

—No quiero que sufran al verme así.

—Sufrimos más si no te vemos, al menos yo sí. — El silencio llena de pronto la habitación— ¿sigues ahí?

—Aquí sigo— afirmo, puedo escuchar cómo pasa el teléfono de mano— ¿Quieres ayudarme a tirar el sillón viejo y feo?

—Muero de ganas de tirar el sillón que te pone triste, estoy ahí en nada. Y tal vez podamos alimentarte, ya que dudo mucho que hayas comido más que solo pizza. — giro la cabeza hacia el piso en donde yacen nuevamente muchas cajas de pizza, al menos ya no compré la comida china para alguien que no vendrá a comerla— te veo pronto.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora