ELLA...

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Hola, fueron mis primeras palabras al verla. Cara radiante como el sol, levantó su vista y su mirada fijó en mi. Poco a poco una sonrisa fue apareciendo en su rostro; entonces, supe que no quería nada más para mí. "Está rota" me decían; sin embargo conmigo parecía tan alegre e inocente. Los días pasaban y éramos felices, su risa iluminaba mi vida, y mi cariño daba esperanza a la suya. La vida era buena, realmente buena, junto a ella no me hacía falta nada más, comía de sus besos y respiraba su amor. Yo la amaba con una fuerza y locura inimaginable. Pero llegó el frío invierno que cubrió la alegría, sus sonrisas eran menos, sus te quiero más fríos; y el alma que había conseguido resurgir de la tristeza, recayó en la amargura y la oscuridad. Un día, el cual nunca olvidaré, me dijo "volveré mi amor". Una, dos, tres horas, media noche ya pasada y su lado de la cama era frío ñ, sin ningún cuerpo que le aportara calor. Una llamada, y una lagrima caía de mi mejilla al tiempo que un grito salía mientras el alma se me desgarraba. Ahí estaba, fría y blanca como la nieve, un rojo carmesí escurría de sus muñecas y la sonrisa que tanto amé estaba ahí, congelada para siempre. Como un soldado que pierde la guerra, mi alma sentía doler, la tomé en mis brazos y llore en silencio. Mi vida se fue junto a la de aquella hermosa criatura. ¿Dónde? Pregunté al silencio. ¿Dónde quedó nuestro para siempre? Un último beso y un pensamiento fugaz "Nunca nadie ha amado a alguien como yo hice contigo". Una rosa, un último llanto en su memoria y el último adiós. Mi amor se desvaneció y mi vida junto a él, cuando llegues a faltarme, la vida me arrancaré. Y así fué, si en la vida no es, en la muerte lo será, nuestro para siempre, mi amor.

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