Demasiado tarde

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¡Ayuda, ayuda..! Quería gritar pero por más que lo intentara le era imposible. Sin importar que tenía los ojos cerrados, tenía miedo, tanto miedo...

No sabía si se odiaba a sí misma por tenerlo, a quienes provocaron que desde niña le temiera a tan insignificante cosa o el simple hecho de que existiera.

¡Ayuda, ayuda..! Más de mil veces se repitió la misma palabra, la misma suplica; pero como siempre, nadie llegaba a ayudarla. Con más fuerza enterró su cabeza entre sus piernas y brazos. 

No quería escucharlos más, pero parecía que cada vez eran más y más fuertes. Sin percatarse bien de cuando comenzó a llorar, sintió su camiseta húmeda y se sintió aún más vulnerable.

— ¿Emma? —escuchó su nombre de manera lejana, quería creer de verdad que alguien la iba a salvar, pero no, solo había sido su imaginación, como siempre— ¿¡Emma!? Sintió un par de brazos rodearla y se asustó, no, no era su imaginación esa vez, era real.

— Haz que paren, por favor... por favor —suplicó. No había abierto los ojos, pero ahora se sentía un poco segura, más segura que estando sola en ese rincón.

— Emma, cariño... Escúchame, ¿sí? —lentamente la hizo alzar su rostro, pero sus ojos continuaron cerrados con fuerza— Sé cuanto odias el sonido de los relámpagos, pero no estas sola, ya no... Y desde hace tiempo que no tenías un ataque así... ¿Fue por la reacción de tus padres?

— Pero no lo entiendes Regina... No lo entiendes —entre palabra y palabra había un hipido—... Ellos me encerraban en ese armario, y se escuchaban más fuertes. Yo les pedía que me sacaran, ¡yo se los pedí Regina!

— Mi amor, quisiera de verdad poder eliminar todo el dolor que te causaron cada una de esas familias de acogida, pero no puedo... por más que te borre la memoria tus miedos seguirán ahí, y me odio tanto por ello, Emma... —ya no era la única que lloraba. Ambas se abrazaron, necesitaban sentir el calor, protección y amor de la otra.

— Emma, sé que no te merezco, cada día al levantarme y verte frente a mí lo pienso, pero soy demasiado egoísta para dejarte ir —comenzó a hablar cerca de su mejilla—. Te he causado tanto dolor, directa o indirectamente pero no puedo cambiarlo, ya no... pero te prometo, te juro Emma Swan que a partir de hoy, no solo por el anillo que decora tu dedo, te recompensaré por tanto sufrimiento. Cada mal recuerdo que tengas. lo cambiaré por cientos de alegrías... Te amo Emma, te amo...—repitió las mismas dos palabras por un buen tiempo, quería que su, ahora prometida, lo tuviera presente.

Esa misma tarde habían decidido no solo hacerles saber a los padres de la Salvadora que mantenían una relación más allá de la amistad si no que también se habían comprometido la noche anterior. En contra de todos sus pronósticos y esperanzas, la reacción que tuvieron fue fatal. Profesaron mil y un maldiciones contra Regina porque para ellos, les volvería a quitar a su hija. Les gritaron y poco faltó para que David golpeara a Regina, de no ser porque Emma se interpuso.

Después de tan terrible discusión se fueron sin decir más. Había sido un día agotador lleno de emociones, tan solo un día antes estaban festejando entre rosas y vela su compromiso, y ahora lamentaban la postura de los Charming.

SQ

— ¿Qué quieres? —preguntó hostil David al abrir la puerta y encontrarse con la que, pronto, sería su nuera; a menos que su plan fallara.

— Mira, no me interesa ni tu aprobación ni tu bendición para casarme con Emma, mucho menos la de tu esposa —los encaró al entrar al pequeño departamento—. Pero a Emma sí. ¡Son sus padres, maldita sea! Lo único que debería de importarles es que ella sea feliz.

Mis percepciones  -SwanQueen-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora