A veces para apaciguar las penas y calmar el alma, hay que tomar un camino muy fácil.
A lo largo de mis 19 años he fijado mi atención a las reacciones de cada individuo. Principalmente en mi madre, que para calmar su pena se refugió en un hombre multimillonario con delirios de protagonista. Mi padre en el alcohol y las putas, mi hermana mayor con su perfecta vida universitaria, y yo... Bueno no hay mucho en lo que pueda refugiarme pero siempre me he ido por el concepto del amor. El calor humano, la compañía. Disfrutar un atardecer. Mis amigos o tan solo ansiar un cigarro a la noche.
Hay veces en las que me cuestiono bastante mi manera de llevar todo a la ligera.
Mi vida ha sido común, cliché.
Mi padre. Trabajador común, experto en contabilidad, no sabe ni siquiera cómo llevar una relación armoniosa, pero de todas maneras lo intenta. Tapado en deudas, aficionado por la ciencia y la política. Mi madre, ama de casa, baja autoestima. A veces egoísta, otras veces humana. Fría. Bueno, o al menos conmigo. Mi fabulosa hermana Darinka fue y es el orgullo de la familia. Yo por otro lado, el condón roto. La niña problema. Rebelde, aislada, mañosa. Orgullo de nadie y con la cabeza en las nubes, sin carrera universitaria, dedicada a la juventud.
No he decidido aún mi carrera ya que tengo múltiples gustos y sinceramente prefiero aprovechar mis años de felicidad antes que estudiar algo de lo cual no estoy lista para luego cabecearme pensando en porqué no viví lo que tuve que vivir.
No es excusa, pero yo hago con mi vida lo que quiero, y no lo que los demás quieren. Por eso amigos, soy la oveja negra.
Y esta es mi historia.