Siento que el aire me quema, me corta. Va deshaciendo mi ser intentando reducirlo a polvo. Duele tanto que ya empiezo a dejar de sentir mientras la locura invade mi cabeza. Mi piel comienza a separarse del cuerpo, a tiras, lentamente, volviéndome loca de dolor. Me araño a mi misma en un desesperado intento por arrancarla toda y quedar de una vez desnuda. Las heridas que me provoco sangran a mares, tiñendo el pétreo suelo de rojo escarlata. Resbalo y mi cabeza golpea duramente la superficie que me soporta. Me arrastro por el suelo sintiendo la piel desprenderse cual muda de serpiente. Miro atrás y veo los restos de lo que fui y al volver a mirar al frente, una horrible imagen me golpea. El reflejo de mi misma en un espejo traicionero. Una masa sanguinolenta que poco a poco pierde los contornos humanos que ya solo quedan reflejados en unos ojos llenos de locura y dolor. Mis manos vuelan al espejo desesperadas por romperlo, por acabar con ese monstruo de cuya garganta no escapan mas que quejidos lastimeros. Intento ahogarlo, estrangular el fino cuello que todavía se distingue pero mis manos no pueden sino resbalar antes de llegar a él. Desesperada y frustrada formo un puño y lo lanzo contra ella. La imagen comienza a resquebrajarse y a caer en forma de pequeñas agujas que me atacan, muerden y se clavan en los resto de mi. El dolor al que estaba consiguiendo evitar aumenta en un suspiro dejándome doblada y sin fuerzas. Retorciéndome en el suelo, el aire comienza a atravesarme rompiéndome en pedazos, descuartizándome y finalmente, convirtiéndome en polvo.
