Un indio ciego

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  Un crow ciego era un obstáculo para la tribu,cuando tenía que viajar desde las montañas hacia laspraderas, o al revés

Tampoco era útil para el poblado un ciego crowcuando la supervivencia diaria dependía de la caza,de la pesca y de la recolección. Ni cuando había queescapar de las amenazas de animales que corrían o searrastraban por la tierra. O cuando tenían que defendersede los ataques de otras tribus...

Por eso, entre los crow nadie censuraba al padreo al hijo que abandonaba a un ciego, si este representabaun obstáculo para la vida de la comunidad.Y la persona ciega, cuando era mayor, aceptaba conresignación volver con el Gran Espíritu, porque sabíaque ya era un estorbo para la vida de los demás. 

Pero la madre de Cazador Silencioso, que había vividocon su hijo durante esas dos semanas y que habíasentido cómo su alma se alojaba en su pequeño cuerpo, no quería abandonar a su hijo, a pesar de las advertenciasde la abuela Luz Dorada.Al repetirle que ese niño sería un problema para lafamilia y el resto de la tribu, Abeto Floreciente respondiócon energía a su madre:

 –Madre, no insistas. ¡Yo seré sus ojos!

 Al regresar Arco Certero a la noche siguiente y enterarsede que su hijo era ciego y que no podría cazarcon él ni en las praderas ni en las montañas, sintió unatristeza tal que no dijo una sola palabra y se encerró ensu tipi.

 Pero su mujer envió a sus hijas y a su hijo al cuidadode la abuela y pasó la noche con su marido, consolándoley susurrándole al oído mientras le acariciaba:–No te preocupes, querido, porque yo seré sus ojos.A la mañana siguiente, Abeto Floreciente comunicóa su madre, a sus hijas y al resto de las mujeres dela tribu que su hijo se quedaría con ella y que a partirde ese momento el niño se llamaría Ojo de Nube.

 Pasaron las semanas y, a excepción de su ceguera,Ojo de Nube creció como un niño sano.

 Cuando lloraba, lo hacía con energía. Cuando dormía,lo hacía con placidez. Y las horas en que estabadespierto, producía un ronroneo que parecía una canción:gau-gaugau-gau...

 Mientras Abeto Floreciente realizaba la recolecciónen el bosque con otras mujeres, hablaba a su hijo  y le contaba cómo era el mundo que esos ojos nuncapodrían contemplar: 

–Hemos venido a buscar piñas maduras, de las quecaen del árbol al suelo antes de que broten las nuevas.Debemos llegar antes de que lo hagan las ardillas.Las mejores son las piñas que comienzan a cuartearsey que mantienen la capa de resina. Acabaránde abrirse los próximos días al lado de nuestros fuegosy luego podremos romper la cáscara y guardar lospiñones.Por las noches, cuando su marido y sus hijas dormían,la madre se acurrucaba junto al niño y le susurrabaal oído:–Al llegar la próxima luna llena tendremos queabandonar las montañas e ir hacia las praderas porquellegará el invierno, la nieve lo cubrirá todo y los grandesanimales del bosque bajarán al arroyo para buscarel alimento que les corresponde.O le contaba alguna antigua leyenda:–Eso que oyes es el Viento del Norte, que dentrode poco se hará más y más gordo y que vendrá cargadocon sacos llenos de nieve. Hace muchos, muchos años,el Viento del Norte llevaba la nieve solo de la cimade una montaña a la cima de otra montaña, viajandocon su saco cargado entre barrancos y ríos, sin dejarcaer un solo copo, pero una vez se encontró con elGran Espíritu, que le preguntó si podría darle un pocode esa nieve...17160009_ojo_de_nube_INT.indd 17 11/03/15 11:14Abeto Floreciente no se separaba de su hijo enningún momento. Lo llevaba al pecho o a la espalda,se acurrucaba en el lecho contra él para contarle lossucesos del día, o cuidaba del fuego con él en el regazo.Cierva Blanca y Montaña Plateada lo comprendían,porque la madre debía ser los ojos del pequeño.Arco Certero, cuando estaba a solas, movía la cabezay se lamentaba pensando que su hijo sería muyinfeliz. Y se entristecía pensando que nunca podríacazar con él en las montañas ni en las grandes praderas.Ojo de Nube escuchaba a veces a su madre en silencio.También en silencio dejaba que ella posasesobre su pequeño pecho una hoja de tejo, una cinta    

Ojo de nubeWhere stories live. Discover now