Su mirada me cautivaba, tanto que sin pensarlo cerré mi ojos. No sabia si iba a ocurrir.
Me acerqué a él solo unos centímetros, aun no sabía si iba a suceder, hasta que él se acercó a mi cara, su rostro era angelical.
En el fondo yo estaba indecisa, no sabía si hacía lo correcto, pero en eso él cada vez se iba acercando a mí, más y más, hasta que nuestros labios se encuentran nuevamente.
Sin duda éste no fue como los demás, sentí algo distinto, quizás era su lengua tratando de entrar a mi boca, me sentí extraña, pero no dejé que entrara, solo quería la presión de nuestros labios, en un hermoso atardecer de Halloween.
Ya más a la noche salimos al supermercado para hacer una recarga de el teléfono celular de mi hermano. Mientras volvíamos a casa él pretendía decirme algo, lo supe en la manera en como me miraba, pero mi respuesta fue
-No me digas nada.
