Capítulo I
— Eyla, tienes visita —el hombre de traje azul oscuro gritó al interior de su celda.
Eyla pestañeó un par de veces, se levantó del catre con algo de dificultad y caminó hasta la reja. Tenía curiosidad acerca de esa visita, en sus diez años cumpliendo condena jamás había recibido una visita. El hombre la miró de manera despectiva y abrió su reja, luego la esposó y empezó a guiarla la sala de las entrevistas.
En su camino Eyla Puta sintió caer encima basura, saliva y muchos insultos, pero no le importaba. Nunca le prestaba atención a nadie y nunca salía de su celda tampoco. Al llegar el guardia le dio una serie de recomendaciones a las cuales Eyla no prestó mayor atención, asintió un par de veces y dejó que la empujaran al interior del cuarto pobremente iluminado. Una mujer con un provocativo escote y un pelo increíblemente rubio la esperaba, sonriendo de oreja a oreja, Eyla asintió y una vez como saludo y se dejó caer sobre la silla de metal.
— Hola señora Eyla Puta —la mujer habló melódicamente. Eyla no dijo nada y la mujer se la quedó mirando, al parecer esperaba algún tipo de respuesta de su parte.
— Qué tal —dijo con la voz increíblemente ronca por falta de uso.
— ¿Necesita agua? —preguntó ella bastante predispuesta a ayudar, Eyla negó una vez.
— ¿De qué va todo esto? —gruñó, frunciendo el ceño. Nunca le habían gustado los extraños entrometidos.
Notó como la mujer empezaba a ponerse nerviosa y sintió una pequeña llama de satisfacción en su interior, pero la pluma y las hojas que la mujer dejó a la vista respondieron por ella: una periodista. Quería saber de La Calva. Y ella no iba a hablar de La Calva, con nadie.
— No voy a decirte ni una mierda —escupió entre dientes, mirando por sobre su hombro— ¡Guardia!
— Señora, por favor... —pidió ella tímidamente— Es por el décimo aniversario de éste caso, las asesinas de Eskivitass, por favor...
— No voy a decir nada —gritó mirándola a los ojos— ¿Me escuchas puta? ¡Nada!
— Me permitieron prometerle beneficios si coopera con nosotros, por favor... podría quitarle años a su condena... todos esos asesinatos fueron puestos a su nombre.... Usted podría decirnos la verdad, por favor... —la mujer la miró gentil, Eyla estaba estudiándola con la mirada. Beneficios... le vendría bien algo de beneficios y no tendría que decirle nada que no le hubiese dicho a su abogado defensor, diez años atrás.
— Si me haces una pregunta molesta me voy de esta mierda ¿Entendido? — masculló acomodándose en la silla.
La mujer la miró contenta y sacó la grabadora de su bolsillo al tiempo que empezaba a leer el encabezado de un papel.
— Hace diez años, Eyla de 29 años en ese entonces fue condenada a 15 cadenas perpetuas, lo que equivaldría a casi 700 años en prisión, por los cargos de secuestro, violación, vulneración de derechos y 12 asesinatos perpetrados en el condado de Esquivitas, ganándose así, junto a su conviviente de aquel entonces, el apodo de ―Los asesinatos de Esquivitas.
Hoy estoy aquí para conmemorar el décimo aniversario del crimen que sacudió a nuestro país y el más violento visto en los últimos 100 años. Me acompaña Eyla Puta Askerosa, ahora con 39 años y cumpliendo condena, quien accedió a hablar con nosotros. Cuéntenos señora ¿Cómo han sido estos años desde que su condena fue dictada?
Eyla suspiró fuertemente, iba a tener que sacarlo todo... ¿Pero por dónde empezar?
— Solitaria —dijo mirando a la mujer, ella asintió pidiéndole que prosiguiera— Llevo todos estos años sola. No me gusta hablar con nadie y no me gusta salir de mi celda... creo que matamos a la esposa de uno de estos tipos y... —hizo un gesto con el rostro— Al parecer tiene sed de venganza.
Lanzó una seca carcajada, la mujer no la secundó. Se mordió los labios y esperó a que ella le hiciera otra pregunta.
— ¿Qué sentías al matar? —preguntó ella, marcando la primera pregunta de la lista.
— No lo sé, nunca me interesó matar por placer —dijo encogiéndose de hombros— Las veces que lo hice fue por defendernos o... porque era necesario, no quería que nadie interfiriera entre La Calva y yo.
— Y aun así, al final de todo, La Calva intentó matarte —comentó ella. Eyla asintió lentamente— Muchas partes de... cuerpos humanos fueron encontrados en tu apartamento ¿Comían eso?
Eyla río. Esa era una de las cosas que La Calva adoraba hacer... siempre tenía 'hambre'.
— Yo no, La Calva... a ella le encantaba comer esa mierda —dijo poniendo los ojos en blanco.
— ¿Qué pensabas tú al respecto? —preguntó la mujer.
Eyla volvió a encogerse de hombros— Me parecía repugnante... pero estaba enamorada. Y cuando estás enamorada eres capaz de aguantarlo todo.
— ¿Alguna vez violentaste sexualmente a alguna mujer?
— Sí —dijo Eyla.
— ¿Por qué?
— Estaba aburrida o drogada.
— ¿Cuándo no estabas drogada también lo hacías?
— Sí.
La mujer ladeó la cabeza. Esa mujer le daba demasiado miedo... había leído mucho acerca de ella antes de ir a esa cárcel, pero sin duda sería una buena entrevista. Valía completamente la pena.
— ¿La cifra por la que te condenaron es correcta? ¿Fueron 12 asesinatos?
Eyla lanzó una carcajada seca, todo su rostro se contorsionó con el acto y luego la miró nuevamente, completamente seria.
— No.
— ¿Son menos?
— Son muchísimos más... creo que perdí la cuenta. Entre los de Madrid Centro, Esquivitas y los de Valdemoro unos... no lo sé, quizá más de 100.
— ¿Por qué arrebatar vidas humanas?
— La Calva era caprichosa... si alguien se le ponía entre las cejas tenía que morir. Y yo... yo siempre estuve ahí para cumplir sus caprichos —sonrió nostálgica.
La mujer miró la hoja, podría seguir haciéndole preguntas casi psicológicas o proceder a los recuerdos. Tenía sólo hora y media... así que optó por los recuerdos.
— ¿Y qué podrías decirnos acerca de tu infancia?
Eyla rodó los ojos— Me parece sumamente estúpido que todos ustedes piensan que el problema parte desde la infancia... en mi caso no fue así, tuve una infancia feliz, mis padres eran buenas personas. Simplemente yo salí diferente, La Calva y Camila también.
— ¿Quién es Camila? —preguntó la mujer. Hace muchos años había desaparecido una china, a la que llamaban Camila, en Valde ¿Qué posibilidades había de que estuviesen conectadas?
— Todo a su tiempo —dijo Eyla— Ahora háblame de los beneficios.
— Todo a su tiempo — contestó la mujer. Eyla sonrió de lado.
Cerró los ojos para empezar a hacer memoria. ¿Qué había de malo en desenterrar recuerdos de hace más de treinta años?