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Diana Messer 

Aquel olor común a desinfectante y medicamentos invadía sus fosas nasales; había un pequeño alboroto formado en emergencias, aunque aquello no era raro, había visto tantos pacientes y tantos casos que en ese punto ya nada podía sorprenderla.

—Llevo más treinta seis horas – comento la joven

—El doctor Davis aún sigue en cirugía – informo Michelle la jefa de enfermeras

—No es el único doctor – ataco cansada – ¿Cuáles son sus síntomas? – preguntó mientras colocaba el estetoscopio alrededor de su cuello

—Tiene una herida – informo Michelle siguiéndola – está desangrándose

—¿Ya saben que lo causó? – preguntó entrando a la habitación y viendo a la mujer en la camilla – ¿ya le suministraron inmunoglo...?

—Tiene que ver la herida – interrumpió un paramédico que aún permanecía ahí

La doctora rápidamente se puso los guantes, y reviso la herida que había sido tratada por los paramédicos, esta se encontraba por el abdomen.

—Creí que ya lo había visto todo – susurro tapando la herida – adminístrenle 600 mg de amoxicilina con ácido clavulánico

—Eso es una mordedura ¿No? – pregunto el paramédico

—Si – respondió – y parece humana – agregó antes de que volviera a preguntar el paramédico – desgarro gran parte de su carne, prepárenla para una intervención, va necesitar injerto de piel...

El café del hospital era horrible, pero aquello era lo que la mantenía despierta, antes de retirarse volvió a ver a la mujer, esta estaba sedada inconsciente en la camilla, Diana sonreía viéndola, para eso había elegido esa carrera quería ayudar vidas como la de aquella mujer; el sol ya había salido cuando finalmente regreso a casa.

—Pensé que te mudarías al hospital – se burló Gianina mientras le extendía una taza con café

—Muy graciosa – suspiro la menor de las Messer mientras se sentaba en el sofá dándole un pequeño sorbo a su café

—Si te vas a dormir vete a tu habitación – comento Gianina empujándola levemente

—Si, mamá – dijo alegremente Diana a su hermana

La habitación estaba ordenada, ya que en su ausencia Gianina se encargaba de que todo estuviera en orden en aquella modesta casa de dos pisos; Diana siguió la rutina de siempre, tomo un rápido baño y a la cama.

—Despierta – escucho somnolienta mientras las sacudían pequeñas manitos – tía despierta

—Enana – se quejó Diana mirando a su pequeña sobrina – ya te dije que no me llames tía, me siento vieja

—Mamá dice que bajes a comer – dio el recado la pequeña sonriendo y saliendo de la habitación

Por segundos medito cuán importante en ese instante era ingerir comida, pero si no lo hacía seguramente su hermana entraría como un torbellino y no pararía de molestarle hasta que bajara, se puso las pantuflas y bajo inmediatamente al comedor mientras ordenaba su cabello.

—Se que necesitas dormir – dijo Gianina cuando la vio – pero también necesitar comer

—Porque la comida del hospital es una porquería – canto la pequeña mientras balanceaba los pies sobre la silla

—Enana – la molesto Diana – ¿Quién te enseño esa palabra?

—Crissy – la molesto su madre

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