Curando el dolor - Marichat

11. Verguenza

Marinette miro la pequeña bolsa que había junto a su maceta de plantas verdes que tenía en su balcón. Era una bolsa pequeña. Pequeña y rosa. Rosa y con una nota verde que colgaba de uno de los lados.

Ella sabía de quien era. 

Y también tenía una pequeña idea de lo que contenía.

Ella había traído una bolsa exactamente igual después de sus compras con su amiga Alya. Y no habían comprado precisamente dulces.

Sus manos tomaron la bolsa y volvió al interior seguro de su habitación. 

Se sentó en posición indio sobre su cama y posó sus ojos sobre la bolsa durante unos instantes antes de proceder a ver su interior.
Encaje rosa fue lo que sacó.

Lo soltó casi inmediatamente. 

-Gato pervertido-Musitó para si misma. ¿Como se atrevía si quiera a regalarle ropa intima? 

Sus mejillas se tiñeron de profundo rojo. Reconocía esa prenda sin lugar a dudas. Era la braguita que se había probado en la tienda, cuando él había aparecido y....

Solo recordar lo que había hecho hacía que un escalofrío recorriera toda su columna vertebral y se humedeciera ligeramente. 

¡Si es que no se reconocía¡

¿Que había pasado con ella? ¿Por qué ahora....parecía una pervertida? ¿En que estaba pensando ese gato?

Levantándose de su cama, tomó la bolsa y la prenda y lo guardó todo en su armario. Miró hacia el paisaje nocturno que le ofrecía la ciudad de París y decidió que no podía quedarse dentro de esa habitación. No en ese momento. No si seguía pensando en aquel minino....

-Tikki....transformame!! 

Segundos después salía por el balcón. Sentía como la adrenalina corría por todo su cuerpo, sus piernas se sentían ágiles mientras corrían por los tejados y sorteaban chimeneas, espacios y alguna que otra antena de internet. 

No tenía un rumbo fijo, solo quería tomar el aire y despejar su mente de pensamientos ardientes sobre Chat noir.
Sabía que él no tardaría en pasarse por su habitación. Tenía a lo sumo una hora y media o así pero la iba a aprovechar mientras pudiera.

Dio un gran salto hacia la torre eiffel y haciendo un par de volteretas llegó a un punto liso sobre la estructura metálica. Tomó asiento en uno de los laterales, junto a una esquina, admirando las increíbles vistas de la ciudad.

Le relajaba observar como la ciudad tenía su propio movimiento, sus gentes caminaban entretenidas en sus cosas, las luces iluminaban cada rincón y los locales emanaban risas y conversaciones divertidas.

Marinette, ahora enfundada en el traje de Ladybug, empezó a pensar en lo que podría ser una cita con su, ahora, minino favorito. 
No podían ir de cenas a restaurantes, básicamente porque entrar de la mano de un hombre vestido en latex negro, con orejas felinas y ojos gatunos no sería lo más normal del mundo. Y menos siendo él quien era. 
Al día siguiente tendría a todas las cadenas de televisión en su puerta preguntando quien era ella para estar cenando un piscolabis con el gran héroe de París.

Como si pudiera pasar.

Apoyó los codos en sus rodillas y soltó un suspiro.

Cierto era que con Chat noir estaba bien. Le agradaba su compañía y aunque hubieran hecho cosas, ciertamente intensas, no tenía muy claro todavía de que una relación como la suya pudiera darse con normalidad.

Obviamente no podía decirle que ella era Ladybug, aquella que le había hecho tanto daño y que actualmente no era plato de buen gusto del gato. Si llegase a enterarse lo más seguro es que no solo se enfadase con ella, si no que no volvería a verlo, seguramente renunciaría a su prodigio y lo que tenían no volvería a ser nunca lo mismo.

Pero, ella sabía que no podía seguir ocultado aquello durante mucho más tiempo. No por nada en cualquier momento podría despistarse y que él lo descubriera. Y gracias a su suerte, seguro que no sería para bien.

Como Marinette, él se acercaba a ella sin miedo, coqueteaba con ella, la besaba, la tocaba....¡Vale¡ La tocaba demasiado!! Y se estaba tomando demasiadas confianzas con ella.

Ella frunció los labios al recordar los momentos íntimos que había pasado con el felino vestido de gato. Como sus manos enfundadas en guantes la acariciaban, sus dedos rozando aquella sensible carne suya, como de su boca salían gemidos y palabras amorosas, junto con aquellos gemidos que se mezclaban con ronroneos, los cuales tenían la capacidad de volverla totalmente loca.

Mordió su labio inferior al recordar cuando estaban juntos en aquel probador. La emoción de estar junto a su mejor amiga no hizo que detuviera a su compañero, si no que aquello la...¿"excitó más"?....¿Como podía ser posible? Ella no era así...bueno, no recordaba haberlo sido...

Casi sin pensar en lo que hacía se acarició la mejilla..bajando por su cuerpo hacia su pecho, rozando por encima de su traje su cuerpo, bajando...

Soltó un jadeo.

No podía notar nada, entre sus guantes y la tela del traje. La tela era demasiado gruesa para poder sentir las curvas de su cuerpo y menos poder darse el placer que buscaba.

Después de todo...

No eran sus manos...

No era él quien estaba con ella...

Ladybug se levantó y agarrando su yo-yo con fuerza se precipitó con rapidez hacia su casa. Sorteó con varias volteretas los edificios y solo movió su mano cuando algún transeúnte la saludaba. No tenía tiempo que perder.

Se coló por su balcón hacia su cuarto y dejó ir la transformación. Tikki bostezó y se metió en el armario para poder descansar en su camita. 

Marinette se sacó su chaqueta y mandó a volar sus bailarinas mientras correteaba por su cuarto. Ansiaba el momento en que llegase.

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-Buenas noches, princ....

Chat noir ahogó un jadeo cuando se dejó caer por la trampilla de la habitación de su princesa. Había tardado un poco en llegar puesto que como Adrien su asistente no dejaba de recordarle su apretada agenda y los movimientos que debía hacer durante la semana para contentar a su padre, el cual seguía ausente por un viaje. 

Su boca se abrió y sintió como su parte baja empezaba a empujar contra la rígida tela de su traje. Miraba con sus ojos dilatados la presencia de Marinette. SU Marinette.

Sin poder creer lo que veía.