Nacimiento Maldito

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Nacimiento maldito

Miguel Ángel Vartak


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Lo odio. Quisiera que no hubiese llegado a esta casa. Me purga y me pone de malas con sus movimientos. No sé por qué fregados llegó ese mugroso: ese nacimiento maldito que sólo vino a joderme.

Mi mamá solía ponerme mucha atención; me daba lo que se llama cariño. Me trataba de lo mejor hasta que se casó por segunda vez.

Soy hijo de su primer esposo.

Jamás pensé que al casarse de nuevo, iba a tener otro hijo. Fue algo inesperado. Quería ser el único que recibiera su amor. Lamentablemente no fue así.

Dejaron de ponerme atención. Por más que le hablaba a mi mamá para decirle algo o pedirle una cosa ni siquiera me hacía caso. Sin embargo, a ese bebé bastardo siempre lo cargaban y besaban como si fuese el único hijo viviendo aquí.

El coraje que le tuve a ese chamaco idiota fue tan fuerte que no pude contener mis lágrimas, pues mi rabia era indestructible. Me fastidiaba su ternura, el pequeño cuerpo que tenía y ese rostro angelical.

Por las noches no podía dormir; sus chillidos eran tan molestos y estremecedores, lo único que hacía en esos castrantes momentos era golpear la pared de mi cuarto, sin importarme el dolor que me producía en mis nudillos. Estas situaciones provocaron que comenzara a odiar a ese maldito bebé espantoso, hijo de la mierda.

Sólo anhelaba una cosa: matarlo.

No soporté más y con mucha frialdad decidí atacar como un lobo lo hace ante el cordero.

Esta tarde mi mamá me dejó cuidándolo, mientras iba al mercado por sus compras. Su esposo se había quedado trabajando en la taquería del centro como todos los días.

Si tan sólo el asqueroso engendro se hubiera quedado dormido, no le habría pasado nada. La oportunidad la tuve en mi mano y no la dejé escapar. Me atormentaba tanto su existencia que no me contuve. Verle las lágrimas, su boca sin dientes y esa pestilencia horripilante a bebé, fueron algunos motivos que provocaron que lo golpeara a puño cerrado. Al principio se privó, pero después de varios madrazos supe que ya lo había matado. Una piedra muy pesada termino por machacarle la cabeza a ese apestoso bebé. Se la aventé por último para cerciorarme de que muriera. Pero, lo que lo llevó a la muerte, fue la estupidez que mi mamá cometió al traerlo a esta casa hace un mes. Sólo la sábana se manchó de sangre; me fue fácil tirarla al costal de la basura.

Al regresar mi mamá, actué desesperadamente. Le dije que se habían robado a mi hermanito cuando fui a la tienda. Preguntó a los vecinos por ese mugroso y nadie le supo decir algo; no vieron nada. La policía lo está buscando. Dentro de la patrulla va mi mamá con su esposo; los dos están llorando de tristeza. 

Estoy contento porque me dijo que me quedara encerrado en casa y que no saliera para nada, pues no quiere perderme. Regresó el cariño que me tenía. Regresó el amor que había perdido de ella. De nuevo me amaba como cuando fui su primer hijo.

Se preguntarán: ¿Qué pasó con el cuerpo?

Mamá nunca sabrá que su bebé está hecho cenizas en el fogón, donde ella misma cocina sus tamales. Lo llené de basura y le di un baño de gasolina. Me favoreció que su cuerpo era muy pequeño: cuando le prendí fuego se achicharró fácilmente hasta consumirse. Si volviera a nacer otro maldito como éste, sin duda acabaría con él. Odio que me quiten el amor de mi madre, odio tanto a ese bastardo que fue mi hermano. Me siento de lo más feliz por haberlo asesinado. Me siento completo con el amor de mamá. 

Nacimiento malditoWhere stories live. Discover now