Capitulo Primero

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20 de junio del 2017.

En la maleta se encuentran apiladas blusas, pantalones, calzado, todo al mismo tiempo y en desorden. Soy una desorganizada de lo peor, bueno, para lo que me conviene. Si fuera de viaje a otro sitio la cosa seria diferente.

La situación es que yo no quiero viajar a ningún lado. Lo que quiero es pasar el verano en compañía de mis amigas y amigos, pero no. Voy a pasarlo con mi padre a causa de una boba promesa que le he hice a mi madre. Boba para mí, divina para mi madre.

No soy la hija del divorcio, ni nada por el estilo. De hecho, soy el accidente entre ellos dos.

Mi madre es la más chica de cinco hermanas. Ella siempre me dijo que tuvo una infancia demasiado complicada, a los diecisiete años escapó de casa y en medio de sobrevivir a la ciudad y a sus vicios conoció a mi padre, Oliver. Ella se aferró a él como si fuera su tabla de salvación.

Obviamente no iban a durar mucho tiempo estando juntos, pues lo que se conoce en el desmadre, no prospera. Y así fue, al año se separó de él, pero se dio cuenta a los pocos meses de que estaba embarazada. Por lo que volvió con él.

A los diecinueve ya era madre de una niña a la que le puso por nombre Cecelia, o sea yo. Pero al cumplir los seis años se separó de mi padre, y a los siete se casó con un hombre más centrado, Ben.

Y no me quejo, él ha sido más padre mío que el verdadero, pues hay algo he aprendido a lo largo de los años; pasar los veranos con tu hija no te hace un padre.

—Cecelia —mi madre entra a la habitación. Ella es una madre poco convencional. Muy hippie, siempre viste con faldas largas y colores llamativos. Su cabello castaño siempre se encuentra adornado con flores. Cada mes se reúne con varias personas para hacer marchas en el malecón de Manzanillo para acabar el cambio climático, y todas esas cosas —. Quiero que manejes con mucha precaución y que no te detengas con ninguno de tus amigos —lo bueno de este viaje: yo manejo. No hubiera tolerado que me llevaran como un niño que entra al kínder por primera vez.

— ¿En serio tengo que ir? —hago un puchero, eso me servía cuando era niña. Tengo que hacer hasta el menor esfuerzo —. Yo no hago falta en ese lugar.

—Se trata de tu padre Cecelia —pongo los ojos en blanco —. Y no pongas esa cara.

—Él no me necesita.

—Claro que necesita de ti. Eres su primogénita —cierro la maleta con fuerza —. Y además hiciste una promesa.

—Chido —alzo un pulgar sin voltear a verla. No quiero reventar esa burbuja en la que se encuentra, ya que ella nunca le ve nada de malo a mi padre.

—Hace cinco años que no lo ves, ¿no lo extrañas?

—Para nada —me cruzo de brazos —. Desde que se casó con Ana se volvió más invisible para mí. Y además, no quiero tener nada que ver con ellos.

—No conozco a ella en persona —me dice al oído —, pero estoy al tanto de que tienes dos hermanos pequeños.

—Medios hermanos —recalco cada palabra. Ana era viuda, de su antiguo matrimonio salieron tres hijos y ahora tiene dos con mi papá. Casandra de cuatro años y Tobías de dos. A los cuales desconozco por completo.

—Si vamos por ese lado, aquí también tienes medias hermanas —suspiro derrotada.

Al igual que mi padre, Maya tuvo familia con Ben. Stella de quince años; vanidosa y egoísta. Le llevo con ocho años. Y luego está Arabela de trece años, la cual es más amigable que Stella.

Mi Bella TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora