Era una noche fría de invierno, aunque claro, yo adoro el frío. Me senté en el sofá y intenté leer mi libro escogido para esta noche. ''LOS BUENOS SUICIDAS''. Era un thriller bastante atractivo. Nuestro gato ''Burguer'' se entrelazó entre mis piernas y se durmió. Era tan negro que podía esconderse entre las sombras, si no fuera por sus grandes ojos grises, no lo encontraría por las noches. En fin, me metí en el libro como una niña pequeña, intentando imaginar un mundo paralelo con tan solo palabras. Al rato, noté que algo me miraba.
Y bueno, aquí la tenía, Mar mirándome fijamente. No sé que narices quería ahora, pero algo buscaba. Intenté centrarme en mi lectura ''los buenos suicidas'' y pasar de ella. Mi plan falló, como siempre. Se acercó a mi y se acurrucó. Yo estaba sentada en un rincón de nuestro sofá oscuro, el mismo que decidimos comprar antes de encontrar nuestro pequeño piso. Mar se me acercó cada vez más, retorciendose entre ella misma y la vi caer una lágrima. Estaba palida.
Marina, mi pequeña. Dieciséis años y menuda. Castaña rojiza, aunque ella diga ser pelirroja. Piel fina y blanca. Pestañas largas y siempre maquillada. Yo la denominaría un poco yonki, se pasa el dia fumando y bebiendo, está metida hasta el cuello en el mundo de las drogas. La carga de una artista, vida autodestructiva cruel y fascinante. Marina lleva cargando mucho peso sola des de siempre. Nos unimos a los 10 años, en esos tiempos ella era una engreída y yo una ''pijotera'' como solía llamarme.
Me preocupaba, ¿que cojones le habían hecho ya?
Suspiré y dejé el libro en la mesa. Levanté su mirada y la pregunté. Estaba muy mal. Se limitó a hundir su cabeza en mi pecho y a llorar desconsoladamente hasta que le entró el hipo.
-Hey, ¿qué te pasa tonta? - Era obvio que no me quería contestar. Pero insistí. Me destrozaba moralmente verla así, con todo el maquillaje corriendo por sus mejillas y el gloss malgastado entre mis harapos. Odiaba ver llorar a la gente, ojos enrojecidos y cristalinos, era algo que mi vista no soportaba.
-Se acabó. Mi cuento de hadas se ha jodido. - Con voz temblorosa me lo susurró. Fué lo único que pude oír entre tantos sollozos.
- Pero... ¿que ha pasado? - Soy gilipollas. Era increíble mi nivel para coger las cosas al aire. Me sorprende aprobar los exámenes.
- Que me ha dejado, ¡joder Cat! Me ha dejado... por estúpida y confiada. - Esta vez pude notar algo de odio entre sus palabras.
-Hey, mírame- Con cuidado de no arañarla,levante su barbilla y me quedé mirándola un rato. -No eres tonta, no eres estúpida. Cree en mis palabras. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste una vez?
-¿De qué? - me contestó medio sollozando. Aún le resbalaban lágrimas por la mejilla, pero ya se le había pasado.
-''Nunca me enamoraré, nunca lloraré por un chico, no me dejaré caer por un cabrón y seré fuerte. Porque aunque en las peliculas todo te lo pinten de rosita, el amor es peligroso. Duele y te hace feliz. Pero, es... pasajero'' - Intenté imitar su aguda y suave voz y hice gestos muy ''suyos''.
Al ver mi interpretación se rió. Buff, por fin.
- ¿Te acuerdas? - la repetí
- Si... pero no es lo mismo Cat... - me respondió con esa mirada triste. Esa misma mirada que me parte el alma.
- Escúchame. ¿Qué es lo que ha cambiado Mar? ¿Acaso sin él dejaras de ser tu? ¿Te darás por vencida en una pequeña batalla? ¿Dejarás atrás tus promesas? No me seas idiota. No seas él. Cumple tus promesas y alzate. Nena, estás super buena, eres monísima y un cielo. Cualquier tío en cuanto te vea, te caza. ¿ Me oyes?
Esta vez sí. Me miró fijamente y pude ver un atisbo de esperanza en sus ojos. Una pequeña luz se la encendió y me sonrió al oír esas dulces palabras. Firmes. Me levanté del sofá, dejando a Burguer con Mar y fuí a la cocina. Abrí el frígorifico y saqué nuestra mejor consolación. Helado.
Volví hacia el salón y le acerque una pequeña cuchara a Mar, que después de todo, ahora sonreía como siempre.
- Gracias- me dijo mientras se metía una gran cantidad de helado en la boca.
- Come y calla, tonta. - Le di un pequeño codazo y me puse a comer helado junto a ella. Helado de menta, si, suena raro, pero era nuestra mayor pasión. Nuestra mejor arma a la hora de bajones.