Capítulo 2: La vida en el cielo.

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"Era una vida hermosa y feliz, pero a la vez era una de las cosas más aburridas que podía existir, y él estaba consciente, de que eso no podía seguir así."


-Señor, alguien está solicitando hablar con usted.

En el interior del salón más grande del palacio, se encontraba Dios, sentado en su trono.

- Dígale que puede pasar- demandó, sabiendo exactamente de quién se trataba.

- ¡Pfft!- rió el Ángel guardian de la puerta con un tono de burla- ¿Tú? ¿Hablar con Dios? ¡Eso es lo más estúpido que he escuchado en mi vida!, ¿aunque sea sabes quién eres? Supongo que no hay espejos en el infierno.- sus lanzas seguían apuntando a la garganta de Skye.

- Y yo supongo que ustedes no son verdaderos Ángeles, se supone que deberían ver la bondad de las personas- Habló, con sarcasmo.

Los Ángeles soltaron unas carcajadas que incluso podría llegar a escucharse en el infierno. Skye puso un tono serio, y sus ojos amarillos empezaron a brillar más- En serio, es importante.

- ¿Qué tan importante puede ser como para que tú te dignes a venir al cielo, sin invitación, y demandes hablar con Dios?

- Es sobre mi padre....- Skye se interrumpió al momento en el que las puertas se abrieron y los Angeles voltearon con curiosidad.

Era un Angel alto, casi cuarenta centímetros más alto que ellos, con una túnica blanca larga que llegaba hasta el piso y con cabellos marrones que eran cubiertos por una capucha blanca, que le tapaba una parte de la frente.

Los Ángeles voltearon con curiosidad, y se mostraron sorprendidos cuando vieron su rostro. "¿Quién podría ser, como para que reaccionen de esa manera?" Pensó Skye, y el otro Ángel, que repentinamente había aparecido, levantó una mano, al mismo tiempo que los otros dos alejaban lentamente sus lanzas del cuello de Skye.

- El señor ha aprobado su presencia, venga conmigo.- Dijo, su mano se hallaba apuntando a Skye, e inmediatamente los otros dos presentes mostraron un notorio gesto de irritación, pero ni siquiera un suspiro salió de sus bocas.

El Ángel dio media vuelta y empezó a caminar lentamente. Skye vaciló, los otros dos lo miraban con confusión mientras decidía, pero eso no duró mucho tiempo, ya que Skye se encontraba un paso atrás del Ángel. Escuchó que uno de los dejados atrás chasqueó la lengua, y rió internamente.

No hubo ni una sola palabra de camino. Pasaron el jardín que separaba las puertas del cercado y del palacio y entraron.

Si por afuera se pensaba que era hermoso, por adentro lo era aún más. Candelabros colgaban del techo, las paredes y columnas eran doradas al pasar y una alfombra roja estaba bajo sus pies, que iba desde la entrada del salón hasta una serie de pasillos que se dividían en seis. Se adentraron en el quinto, y no era muy diferente al otro salón a decir verdad. Skye se sentía diminuto a comparación del Ángel a su lado,  quien permanecía en silencio. -Vaya, qué Dios tan quisquilloso, ¿para qué siquiera necesitaba candelabros?- pensó.

Se detuvieron, y se encontraban al frente de unas puertas de Madera pulida como de veinte metros de alto. Y repentinamente éstas se abrieron, como si supieran que ya estaban allí.

El Ángel se aparto, dejando a Skye pasar primero. Luego, la puerta se cerró a sus espaldas. En el centro del salón se encontraba un trono, enorme, con Dios sentado sobre él. Él lo miraba detalladamente cuestionando sus acciones con los ojos entrecerrados, su vista pasó al Ángel - Puedes retirarte, Miguel, gracias por tu ayuda- dijo. Su voz era profunda, tanto que un simple murmullo resonaba en toda la habitación. Su vista regresó a Skye- Acércate- dijo con un gesto. Skye se acercó, y cuando estaba directamente al frente de él, se apoyó en una rodilla; y con una mano en el pecho, agachó la cabeza, mostrando respeto.

- Oh Señor, mi Dios y salvador, tú que has mostrado piedad y misericordia, te pido que te apiadez de mi alma por venir a éste, tu reino, sin autorización- Por un momento hubo silencio, luego ambos comenzaron a reir.

- Vamos, levántate- dijo Dios, secándose una lagrima del ojo por la risa- ¿Qué te ha traído aquí hoy?.

Skye se levantó -es mi padre otra vez, tú sabes cómo es, siempre planeando algo, el problema es que ahora no sé que piensa.

- ¿Oh? ¿Qué ha sucedido?- dijo Dios con curiosidad.

Skye le explicó todo detalladamente.- ¿Puedes creer eso? Porque yo no- de repente, Dios, quien se había encontrado muy inmerso en su historia, se mostró preocupado.

- Oh no- dijo con aparente terror.

- ¿Pasa algo malo?.

- ¿Qué hiciste después?.

- Me negué, y como no me escuchó, huí, y así llegué aquí.- Dios se rió, pero en esa risa se podía notar algo de angustia.

Por un momento pareció estar en las estrellas, y luego miró a Skye, como si una idea acabara de surcar su mente. - ¿Qué vas a hacer ahora?- preguntó con ansiedad y desespero.

- La verdad,- habló Skye- no tengo ni la más remota idea, esa fue una de las razones por las que vine aquí.

- ¿O sea que no estás siquiera considerando la oferta de tu padre?

- ¿Debería?

- Tienes razón- Dios ahora parecía estar un poco más calmado- Bueno, te tengo una oferta.

- ¿En serio? ¿Y cuál es?- Skye se mostraba intrigado.

- Mira- Dios, por primera vez en el día, se levantó de su trono- Tu padre y su historia son algo complicados, si quieres toma asiento- Skye hizo caso y se desplomó son la piernas cruzadas en el suelo.

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⏰ Última actualización: Oct 20, 2020 ⏰

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