Carlos

I

Carlos se encuentra aún tendido en su cama, observando con un desinterés que antes no había sentido, el póster en su techo.

"Hoy será un buen día"

Si, un buen día.

Sale de entre las sabanas, arreglando la colcha en el proceso, quedando pulcra y sin arrugas. Camina a la ducha, se da un baño rápido y al salir se dispone a lavar sus dientes, observando a través del espejo, su pantalón y camisa blanca bien planchados, colgados en un gancho al lado de la puerta.
Se alista, cronometra su reloj, toma una manzana y parte a la estación. No sin antes darle un vistazo a la puerta roja al fondo de su departamento.

Si conocieran a Carlos, sabrían que para él, hoy es un día especial. Pues siempre se levanta sin mirar su letrero motivacional, no cepilla sus dientes antes del desayuno, no toma duchas, nunca se toma el tiempo de que su uniforme esté perfecto, apenas compró su reloj ayer, y siempre come peras, no manzanas.

Y es que hace unos días, tuvo una revelación ¿Dónde quedó su juventud? ¿A dónde van los sueños frustrados? ¿Cómo recuperarlos? Las primeras dos preguntas no supo responderlas, pero la tercera le dio una idea.

Una idea que hoy está por cumplir.