EXTRAS.

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Estaba paseandome tranquilamente por la mayoría de mis monótonas y aburridas notificaciones de wattpad, los tableros y esas cosas. En fin, me topé con que alguien había comentado en el vejestorio que es este one shot el cual escribí hace ya dos veranos. Deseaba algún tipo de final alternativo pero a mi no me gusta eso de los finales alternativos, lo que sí puedo ofrecer son extras. Sí, como leyeron, extras. Mi mente decidió darle un poco de felicidad a mis queridos personajes (además así hago el balance entre el angst y el fluff).

AU: Soulmates. Ambiente mágico, no se basa en épocas terrestres porque el universo lo creé yo, o algo así.

Las soulmates se manifestarán de diferentes maneras en cada pareja diferente, en este caso, el color de ojos de tu soulmate será el color que se asimila a tus sentimientos en aquel encuentro. Los colores no desaparecerán hasta que ambas soulmatesse hallen juntas.




Sus iris negros ónix danzaron en sus globos oculares al admirar el paisaje frente a ella. Arboledas altísimas. Parecía ser que los gigantes adoraban hacerse notar y mover con arrogancia sus hojas verdes contra el viento primaveral. Su cabello negro ondeaba con dificultad por estar embutido en su capucha grisácea, escondiendo a tientas los pequeños dos cuernos que trataban de asomarse por las hebras de cabello. Era lo único que no podía esconder, lo cual la hacía sentirse insegura de caminar por el pueblo. Contempló a Yoriko, un dragón con piel escamosa, más esplendorosa que el sol y de una tonalidad más bella que el mismo oro. Sonrió, realmente no se sentiría así de libre si no fuese por ella.

—Vagar sin sentido se empieza a hacer un poco pesado, ¿no crees?. A veces estoy segura de que deseas buscar a tu otra mitad, amaría poder dejar de estorbar en tu camino y ponerme a pensar en el mío.

Su pequeña mano acarició el lomo de la gran bestia que estaba sentada junto a ella, quizá apreciando el paisaje, nadie lo sabía. Un dragón podía volar tan alto que ni siquiera imaginaba los miles de panoramas que pudo haber visto. Recuerdos de vidas pasadas siempre vagaron como un hálito por su mente, borrosas memorias que solían traerle melancolía por la soledad que sentía en ese minuto. Siempre supo que sus otros yo, aquellos que vivieron mucho más que ella, aquella chiquilla de 18 años, conocían mucho más. Sobre la vida, sobre el amor, sobre las almas gemelas. Ella seguía experimentando con la existencia, cosa que sintió que se le dificultaba mucho más que a sus vidas pasadas. Ella era, literalmente, de la realeza demoniaca.

Existía la naturaleza del mundo, en cualquier parte, la balanza siempre debía estar equilibrada y todas las razas lo sabían y debían respetarlo al pie de la letra o los primordiales los sancionarían. Todas las razas tenían primordiales, jefes muchísimo más longevos que el mismísimo tiempo, quienes dominaban todo y eran sabios en consejo y acto. Los clanes dependían de ellos para hacer la mayoría de las cosas y por ello todo se llevaba en armonía, no se solía transgredir sus reglas o decisiones ni objetarlas, pero ello no quería decir que no existiera la superioridad entre arrogantes plebeyos de los clanes. Gente ilusa que no conocía normas ni moral, que no escuchaba ninguna explicación de la historia de cada uno de sus hogares. Por ello los demonios solían ser zaheridos por mortales, quienes creían que era divertido saciar su ocio a costa de herirles, se burlaban por su raza.

Las cosas no estaban bien en su hogar por lo que había decidido huir, hace tres meses, todo iba de maravillas con su odisea. Los magos nómadas del suroeste, pasando la tierra de las Mantícoras, le enseñaron a cambiar su aspecto, como miembro de la noble sangre de la realeza que portaba, se le permitía aquello por tener lazos sanguíneos cercanos con Primordiales. Todo ello, para evitarse los malos ratos sólo por su aspecto. Sintió un amargo sabor a derrota en su paladar, resbalando por sus papilas gustativas, de un momento a otro arruinando todo el ambiente, suspiró. Se preguntó si en algún momento el océano de burlas se sosegaría, habían rumores de guerra, de una cruda guerra que la raza de aquellos desagradables y horrorosos cíclopes deseaban comenzar para ejercer una dictadura y, en caso de que estallase el conflicto, ella debía volver por deber al ser la siguiente en el linaje, la siguiente reina. Por supuesto deseaba correr y lo hacía, se salvaría.

Hear the wind sing - Mikaela Hyakuya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora