El encuentro

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         Trataba de esconderme, de huir de él. Ya estaba cansada de que me persiguiera con sus insufribles lloriqueos, de que me acosara como los paparazzi. No quería tener nada más que ver con él. Ni por pena, ni por cariño, ni por nada. Lo que teníamos se había acabado, y no sabía de qué forma explicárselo ya.

Corrí pegándome a las paredes de la entrada al instituto, buscando grupos de personas en los que poder infiltrarme, pero sin mucho éxito. Era tarde y todos estaban entrando. ¡No quería llegar tarde mi primer día de clase! Pero tenía que esperar a que él se fuera.

De pronto vi que se cansaba de esperar y empezaba a caminar hacia donde estaba yo, hacia la salida del recinto.
Me asusté al pensar que me había visto y di unos pasos apresurados hacia atrás y sin mirar. El corazón me iba a saltar del pecho.

—Señor por favor, que no me vea, te lo suplico —susurré apretando puños y dientes.

Volví a mirar con reparos hacia donde estaba él, y aproveché que dirigía su mirada hacia la puerta de nuevo para darme la vuelta y correr hacia la salida. Al ir pegada a la pared, no vi a un chico saliendo de una esquina y choqué de bruces contra él.

Lo que hice a continuación, sinceramente no sé si fue consecuencia de un repentino brote psicótico o el resultado de ver tanta televisión, pero agarré a este desconocido por las solapas de su chaqueta y empecé a besarle arrastrándolo hacia mí. Me metí tras la esquina de la que él había salido y usé su cuerpo para esconderme tras él.

Al principio lo que hice no podría ni considerarse beso. Estaba tan nerviosa intentando saber si mi ex me había visto que creo que me limité a pegar mi boca a su barbilla... O quizás a su mentón, no lo recuerdo. Creo que estaba más cerca de su cuello que de su boca porque sí que recuerdo que el olor de su colonia me resultó muy intenso y algo familiar.

La cosa es que yo no tenía intención de besarlo, solo que lo pareciera durante el tiempo suficiente como para asegurarme de que podría volver a mi tranquila vida sin que nadie se interpusiera en ella.

Craso error. Porque cuando agarras a un chico por las solapas de su chaqueta y lo arrastras a un rincón, da igual que aciertes en su boca a la primera o no lo hagas. Tu pobre víctima pensará que lo que ha pasado es que lo has intentado y has fallado, y en ese caso, podría ser que este chico te ayudase a concluir lo que has empezado.

Así que él me agarró por la cintura después de pisarme un par de veces los pies. Se apoyó con la otra mano en la pared, por encima de mi cabeza porque era bastante más alto que yo, y esto me vino perfecto para lo que pretendía. Su chaqueta me hizo de cortina al desplegarse a mi lado, y fue entonces cuando al fin pude sentirme a salvo. Tranquila para mirar de reojo como mi absurdo acosador se marchaba a paso ligero, quizás esperando encontrarme allá a lo lejos.

Posé mi mano en la nuca de mi "amante desconocido" para echar una última ojeada por encima de su hombro y este lo interpretó como un acercamiento aún mayor. De esta forma, lo que en principio fueron unos torpes baboseos alejados de su boca, se convirtieron en un apasionado beso de esos en los que no tienes tiempo ni de respirar.

Fue como... ¡Guau! No sabría cómo explicarlo. Es decir, yo estaba ahí intentando pasar desapercibida y de pronto estaba morreándome con un tío al que ni le había visto bien la cara. Podría haber sido un cayo malayo o yo qué sé. Solo tuve un segundo para pararme a respirar y darle un rápido repaso cuando me dije: de perdidos al río.

No parecía un monstruo ni tampoco había sido él quien se me había abalanzado. Y como olía bien... Y esa segunda parte de ese confuso beso parecía que iba mejorando por momentos... Decidí continuar con esta fortuita confusión.

Cuando me dejé llevar me di cuenta de que el chico besaba increíblemente bien. Y no es que yo tuviera mucho donde comparar, la verdad; pero lo cierto es que estaba empezando a sentir unos cosquilleos que no había sentido antes. Empezaban por la espalda y me subían hasta el cuello... O quizás no fuera cosa del beso, sino que me estaba acariciando y no me había dado cuenta.

En ese punto de la historia recuerdo que abrí los ojos y por primera vez en todo ese rato me pregunté cómo demonios iba a salir de esas. Mi cerebro se quedó bloqueado.

Le miré a los ojos y sentí mucha vergüenza, pero sobre todo le miré a la boca porque quería seguir besándolo y no sabía cómo hacerlo. Le solté y me alejé rápidamente cuando noté que él hacía lo mismo.

"Invéntate algo, invéntate algo... ¡Di lo que sea!", me gritaba a mí misma sin poder volver a mirarlo a la cara.

Él carraspeó y soltó una risita nerviosa mientras se alejaba un par de pasos.

—Esto... ¿Hola? —dijo con una amplia pero extrañada sonrisa.

— ¡Hola! Em... No te lo vas a creer, pero... —hice una pausa mientras me daba tiempo a inventar algo—, te he confundido con otra persona. ¡Lo siento muchísimo! —me llevé una mano a la boca en un gesto un tanto forzado.

—Ah... —su semblante era un poema. Obviamente no tenía ni idea de lo que estaba pasando y esperaba alguna explicación mejor.

—Si, me he confundido, creía que eras mi primo... —sus ojos casi se salen de sus órbitas—. O sea... ¡No!

Joder, que metedura de pata. Una detrás de otra y cada vez a peor.

Él rompió a reír en una sonora carcajada. Ya sí que no sabía cómo salir de ahí...

—No creía que fueras mi primo, solo... Te he confundido.

Me mordí la lengua en una mueca de inocencia acompañada de una risita tonta.

Miré a mi alrededor y el camino estaba despejado tras de mí, así que emprendí mi lenta y disimulada retirada marcha atrás cuando de repente y gracias al cielo, el timbre sonó.

El corazón me dio un vuelco, pero del alivio. "Salvada por la campana", pensé.

—Tengo que irme. Llego tarde —dije esperando un "adiós" o algo así. Cualquier cosa que me concediera el permiso de darme la vuelta y echar a correr... Aunque teniéndolo a la distancia que lo tenía en ese momento... ¿A dónde quería ir? ¡El tío estaba buenísimo! Castaño, alto, ojos azules y la sonrisa más bonita que había visto en mi vida...

"Oh diosa fortuna, debes amarme realmente para haberme permitido besar a este portento de hombre", proclamaba en mis pensamientos mientras sentía como las flechas de cupido se amontonaban una sobre otra en mi desbocado corazón.

—Ya... ¿nos vemos... por ahí...? —no fue ni una afirmación ni una pregunta, y de todas formas lo dije en voz tan baja y abriendo tan poco la boca que probablemente ni me oyera. Mejor.

—Hasta luego besa-primos —soltó bien alto.

¡Qué vergüenza! Pudo oírlo cualquiera...

Pero, en fin, así fue como empezó mi primer día en mi nuevo instituto y también, como conocí al nuevo amor de mi vida, Enrique.

Mi primera semanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora