Tentación y traición

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Estuvimos esperando un buen rato mientras nos helábamos de frío en el patio.

—Viernes a primera hora... Es una tortura —dijo ella.

—Agradece que no sea a última.

—Eso sería mucho peor, sin duda.

Enrique llegó tarde, aunque no tanto como el profesor, al que vimos entrar a su despacho hacía un buen rato y aún no había vuelto. Cuando lo hizo, nos puso a dar vueltas alrededor de las pistas a todos para volver a irse...

Halima y yo corrimos juntas, intercambiando comentarios esporádicos que nos mantuvieran despiertas pero que no nos ahogaran la respiración.

Cada cual corría a su ritmo. Unos más lento y otros más rápidos. Enrique era de los que corrían más, así que nos adelantó un par de veces en el tiempo en que estuvimos con este ejercicio.

El profesor salió y anunció que el calentamiento había acabado y que ya podíamos empezar con la clase, a lo cual, se oyeron protestas de desgana.

—¿Esto era el calentamiento? Este hombre quiere matarnos el primer día —dijo uno.

—Yo no puedo más, se me va a salir el corazón por la boca —dijo otra.

—Veo que estáis bajísimos de rendimiento, ¿así cómo pensáis aprobar la asignatura? —contestó el profesor.

Se oyeron más murmullos de protesta, y uno de los compañeros se atrevió a preguntar en qué consistiría el examen final.

—Serán varias pruebas de fuerza, resistencia, elasticidad y velocidad entre otras... Y a parte el teórico —dijo dejándonos a todos agotados de solo oírlo—. Así que venga, ahora que ya estáis despiertos, vais a hacer dos filas y os ponéis en parejas unos frente a otros.

—Despiertos dice, será capullo... —dijo un chico en voz baja a mi lado.

—Si a ti no te despierta ver a tías corriendo en pantalón corto, entonces será mejor que te cambies de acera —le respondió Enrique dándole un toque en el hombro y empujándolo a colocarse en la hilera de enfrente a nosotros para que fuera su pareja.

Yo tenía enfrente a Halima, y ambas, que llevábamos ese tipo de pantalón, nos reímos por el comentario.

Eso me hizo caer en la cuenta de que ella, para ser musulmana, se vestía de forma muy occidental. Además, me fijé en que llevaba el pelo teñido, y todo eso, me dio mucha curiosidad sobre cómo sería su familia y cómo llevarían el tema religioso y tradicional.

El resto del día continuó con normalidad y sin ningún contratiempo hasta la hora del recreo. En un par de ocasiones quise preguntarle a Enrique por su espantada de la noche anterior, pero decidí que no lo haría. Que no daría ningún paso sobre ningún asunto relativo a él, y que trataría de hacerme a la idea de que probablemente en algún momento, él cortaría definitivamente con la posibilidad de que pudiera haber algo entre nosotros dos.

—Quique, ¿no venía hoy Patri? —le dijo Marián a Enrique al tiempo en que sonaba el timbre de la hora del recreo.

—Eso se suponía, pero al final no —respondió seco.

—¿No venía para el concierto? —insistió ella.

—Eso dijo, pero al final viene el lunes.

—¿"Patri" es la Patricia Sánchez que se sienta aquí? —les pregunté señalando al sitio que llevaba vacío desde el inicio del curso al lado de Enrique.

—Sí —contestaron ambos mientras abandonábamos el aula.

Caí en la cuenta de que, en teatro, mencionaron a una tal Patri que había hecho el papel de Wendy y pregunté si también era la misma.

Mi primera semanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora