━━━ ✤︔ Prólogo

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SAPPHIRE Jarsdel lo sintió vibrar en sus huesos: sería una mala noche

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SAPPHIRE Jarsdel lo sintió vibrar en sus huesos: sería una mala noche.

El turbio presentimiento se arraigó en ella como el desagradable sabor de la leche rancia en el fondo de su paladar.

Se sentía arrepentida. Pesaba en su conciencia no haber alzado la voz cuando tuvo la oportunidad durante la reunión de emergencia. No consiguió detenerlas porque siquiera lo intentó, a pesar de cada momento en que tuvo la certeza de que obraban mal.

No había hecho suficiente; no se había impuesto, su voz permaneció relegada en el fondo de su garganta cuando más la necesitó. Pero los ojos de Alexandria nada envidiaban a Medusa. La había dejado de piedra aquella Gorgona de piel oscura y aterciopelada e indómito cabello rizado.

Existían muchos sentimientos negativos, pero si a Sapphire le preguntaran, en aquel instante, cuál era el peor, sin titubear, respondería: el arrepentimiento.

Más que el odio, la envidia, la rabia.
El arrepentimiento era asfixiante. Corrosivo. Consecuencia de cada acción: lo que había dicho, lo que no había dicho; lo que había hecho, lo que no.

Una moneda giraba en el aire, cara o sello, qué camino, de la encrucijada que Janos, con sus dos caras, planteaba, se debía decidir para tomar. Tomar una elección anulaba la existencia de la otra. ¿Y si la senda que tomaban era la incorrecta? No lo sabrían hasta que las consecuencias se presentaran frente a ellas, dientes filosos y sed de sangre.

—Esto es mala idea.

Alexandria no se giró a dedicarle una mirada a Sapphire, como ella estaba esperando que hiciera. Las quinientas flechas visuales que le lanzó desde que abandonaron la calidez de la casa no la habían silenciado, una más no haría la diferencia. La mano de Georgia se deslizó en la suya, dedos pegajosos por el sudor, pero reconfortantes.

El viento era un leve murmullo, aquellos sonidos ahogados del público en una sala con la luz apagada, a la espera del alza del telón e inicio de la función. La luna llena brillaba en el cielo y se reflejaba en la superficie del lago, negro como brea.

Con la punta de la vara ceremonial, Arielle trazó un círculo sobre la tierra húmeda a orillas del lago. La circunferencia, socavada en la tierra, era lo suficientemente amplia para que las siete tuvieran cabida en los siete vértices de la estrella que dibujó dentro.

Tierra. Agua.

Arielle tomó su lugar correspondiente junto a Sapphire.

—Nadie te obliga a que te quedes —espetó Alexandria, vertiendo el contenido de la bolsa negra, en el suelo negro.

Era una apacible noche de verano, de las que tornaba el aire picante y denso, a causa de las brasas de magia que comenzaban a crepitar. Por lo que los temblores de Sapphire resultaban por completo fuera de lugar.

Rapsodia de luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora