𑁍⨾ Capítulo III › Nudo celta

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JASPER Raynott revoloteó sus párpados hasta abrirlos

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JASPER Raynott revoloteó sus párpados hasta abrirlos.

Deseó que la marea del sueño lo arrastrara nuevamente a sus profundidades cuando un aguijonazo de dolor le perforó la sien izquierda. ¿Cuánto bebieron la noche anterior?

-Buenos días, solecito.

En su regazo, cayó un frasco de analgésicos y Atlas, con su sonrisa presuntuosa, le lanzó una botella de agua, también. Jasper tomó un comprimido con largos tragos. De pequeño, odiaba las pastillas. Eran difíciles de tragar y se adherían a su garganta sin descender. Crecer no le había dejado más remedio que acostumbrarse a ellas.

-¿Cómo es que tú no...? -Una arcada interrumpió la pregunta de Jasper.

Respiró a grandes bocanadas para calmarse pero la habitación estaba viciada del humo que exhalaba Atlas.
Desayunar cigarrillos era un hábito horrible que su mejor amigo era renuente a dejar.

-Experiencia -respondió Atlas. Sus palabras manaron en una en un vaho grisáceo-. Además, tú solo terminaste la segunda botella. ¿Algún problema que estemos ignorando?

Mientras el analgésico no menguara el dolor que le martilleaba la cabeza, Atlas era el único problema que pretendía ignorar.

Atlas estaba tendido en el diván. Extendido en toda su arrogancia como una pantera. Su pecho marmóreo expuesto hasta las líneas oblicuas de sus caderas que se perdían en la cinturilla de sus pantalones negros de pijama.

Incluso echado, desgarbado y con los mechones rubios despeinados, que Jasper quería apartarle de la frente, mantenía su porte elegante. Una refinada decadencia que crepitaba en el torrente sanguíneo de Jasper.

Habían pasado la noche anterior, ya la tercera de su estadía, bebiendo de las botellas más costosas en las bodegas del padre de Atlas en la habitación de su amigo.

El padre de este ni siquiera notaría que faltaban, era robar una hebra de paja de un pajar. Pero seguía siendo una dulce venganza pues, al menos, les permitía perderse momentáneamente en el estado difuso y ligero que le concedía el alcohol.

La causa del malestar de Atlas era la intromisión en su vida de sus primos, patéticos y deplorables.

Jasper, incluso, había tenido la oportunidad de intercambiar un par de palabras con una de las chicas. Justo la que había visto teñirse de rojo el antebrazo al infligirse pellizcos.

No le habló de ello, él respetaba la privacidad de los demás. Su charla fue un tanto más casual.

Él regresaba de las bodegas con una botella más, ya que al llegar a la habitación, Atlas decidió una única botella era poco; mientras que ella regresaba de las cocinas con un plato de pastel de chocolate.

Le había visto ayudar a una de las criadas con los trastes, su buen karma lucía muy dulce.

─Fue muy amable de tu parte ─comentó haciendo que ella se detuviera, sorprendida.

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⏰ Última actualización: Sep 21, 2020 ⏰

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