Prólogo

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Marco se despertó y como cada mañana empezó con su rutina. Se duchó, se cepilló los dientes y se miró al espejo mientras se vestía. Con cara de dormido intentó peinarse, siempre le traía problemas, pero después de un par de minutos desistió.

Era un chico alto y con un cuerpo atlético, gracias al equipo de baloncesto de su instituto conseguía mantenerse en forma, era el capitán, tenía los ojos verdes aunque según como le diera la luz del sol podían parecer azules, el pelo castaño con el típico corte de adolescente y un pequeño lunar en el cuello, su marca personal.

Bajó a desayunar esperando encontrarse a su familia pero ya no había nadie, iba tan justo de tiempo que sus padres ya se habían ido a trabajar y su hermana seguramente ya estaría en la escuela.

Su madre, Violeta, trabajaba como directora de banco en una sucursal al otro lado de la ciudad, La Laguna. Mientras que su padre, Carlos, trabajaba en un taller de repuestos para coches. Su hermana pequeña, Carlota, tenía seis años y era su primer año en el colegio.

Tras desayunar rápidamente, cogió su pelota de baloncesto, su mochila y puso rumbo al instituto, iba bastante justo de tiempo así que decidió agilizar el paso. A mitad de camino se encontró con Jesús, al que todo el mundo llamaba Suso, su mejor amigo, el cual vivía a unas manzanas de su casa.

Suso era un poco más bajito que Marco, con el pelo rubio a media altura y unos ojos azules como el mar. También jugaba en el equipo de baloncesto del instituto y estaba en la misma clase que Marco.

Marco: ¡Suso!, no veas, ¿tú también llegas tarde? Es que somos de lo que no hay, venga, acelera que sino no llegamos.

Suso: Cabrón, a primera hora tenemos educación física, para que correr si ya lo vamos a hacer allí...

Aumentaron un poco el ritmo y a los cinco minutos llegaron al instituto, La Laboral, justo a tiempo. Entraron a toda prisa, una nueva jornada estaba por empezar.

La vecinaWhere stories live. Discover now