Uno.

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Noche silenciosa, noche abrumadora, el sonido de la instrumental de piano,"Last Dance" de BIGBANG recorriendo la habitación de él, un desorden enorme en la habitación, ropa tirada, vasos sobre el escritorio, botellas de plástico, y latas cerveza en algunos rincones del suelo. 10, No, 20, no, más de 30 cartas... Y pensamientos estúpidos que uno simplemente desearía que no fueran verdad.

— ¡Me cago en todo! —exclamó Marco, arrojando una botella de plástico de refresco, golpeando la pared con el puño cerrado, un golpe seco, lleno de rabia y desconcierto, y arrojando la carpeta  azul con las cartas en ella, un despilfarro de papeles en el suelo, con una buena parte de la verdad, con su dolor, con recuerdos, con amor, pero sobre todo con historia, lo más importante, la historia de ellos dos... — ¿Y ahora qué?, ni siquiera se me ocurre alguna buena idea para dar orden a todo esto. ¿Lo tiene, no?, arreglo... venga, no ha de tirar por la borda todo esto como si nada, todo nuestro tiempo juntos, ¿O sí? —Se sienta al borde de la cama, con lagrimas recorriendo sus mejillas, y el aliento apestando a cerveza y refresco mientras piensa en todo lo que ha pasado.

"Pero es que a veces es inútil lidiar con las cosas cuando lo único que predomina en uno es la impotencia, la ira y las ganas de solo gritar y exigir una explicación, en esos momentos de dolor en donde las palabras, son peor que el veneno y más filosas que cualquier espada."

—Venga, ¿es acaso una broma?, ¿Dónde queda el nosotros entonces? —Ensimismado en las lágrimas, el mundo comienza a dar vueltas, el estómago arde y el cansancio surte efecto en el cuerpo de uno, casi pareciera como una pastilla para dormir, en ese momento, el dolor y las lágrimas de ese amor menospreciado surten efecto en uno y finalmente, Marco se queda dormido.

Una vuelta hacia atrás en el tiempo, claro, como la recuerda, como desearía que se hubiera quedado para siempre, intacta, una hermosa historia, para él, la mejor, un día de Julio, bastante frío, el transporte llegando y el sonido de los pájaros de la mañana haciendo anuncio de otro día en su colegio.

—Bah, preparatoria, segundo semestre, otro día, otra moneda, y un frío molesto...—exclama Marco estirando los brazos y dirigiéndose a Fátima, su mejor amiga, una chica delgada, de ojos café oscuro, nariz respingada, cabello lacio color café,  y que lleva un gran abrigo café claro.

—Sí, encima el transporte lento, ya casi se me hace tarde y esa profesora es muy ojete con todos nosotros, un poco más y seguro ya no entro a la primera clase— Fátima se pone unos guantes negros sacados de uno de los bolsillos, y se echa encima el gorro peludo de su abrigo.

Se dirigen caminando a una tienda cercana al colegio, hasta que Fátima se vuelve tras de sí, alza los brazos y suelta un grito de alegría y echa a correr. Mientras Marco voltea hacia atrás para ver de que se trata la agradable sorpresa.

— ¡Helena! —exclama Fátima y la abraza mientras se ríe estrepitosamente.

—Prr...—titubea de frio—Hola, ¿también se te hizo tarde?, ¡Ay hace un frio horrible!

—Sí, el transporte que iba muy lento y sumándole el tráfico, bueno, pudo ser peor pero meh, por cierto, —Dirige su mirada hacia Marco, y grita — ¡mira Marco, ella es Helena!, ya te había hablado antes de ella, es mi mejor amiga, ¡mira Helena, él es mi mejor amigo, Marco!

Apenas y se lo cree, él la imaginaba diferente, claro, había escuchado de ella, Fátima no dejaba de hablar de lo fantástica que era ella, de lo graciosa que podía ser, de las anécdotas interesantes, de las risas interminables y viceversa, en lo que a él respecta, —"la imagine al principio bajita, regordeta, pecosa y algo más..., en cambio, delgada, morena, ¡altísima!" — Inclusive más que él, dice hacia sus adentros — "diablos"—, ojos café oscuro, cabello lacio, igual castaño oscuro, y unos ojos que para él resultan atractivos y coquetos, ni tan grandes, ni tan chicos, pero que en ellos había un brillo llamativo y seductor, una luz, y unos labios que proyectaban una sonrisa hermosa. Pero bah, es una chica que hasta él lo sabe, es demasiado linda y diferente a él. Aunque bueno, a veces solo surgen, momentos demasiado extraños o curiosos, un impulso quizá, como si algo simplemente te arrojara a hacer algo imprevisto. —Marco da un paso hacia adelante y la abraza, como si la conociera desde hace muchísimo tiempo.

—Prr... ¡Menudo frío y tú estas calientita! —"le llegó apenas a los hombros", piensa Marco mientras la abraza, hace contacto con la textura de su chamarra, y siente parte del calor de la  piel de sus mejillas. Cálida, la calidez y suavidad de su piel, y ese abrazo por impulso fue el inicio de todo.

— ¡Oye!, espera, ¡nooo! —exclama Helena entre sorprendida y divertida con lo que está pasando, alguien a quien apenas conoce y muestra ese tipo de confianza, o nivel de estupidez, —me robaras mi calor corporal, así yo no juego. —Termina cediendo ante el abrazo, y el momento, diciendo mientras se ríe.

—Bah, no te robaré nada, aunque si pudiera, sí, tu calor corporal ya se habría ido conmigo. — Se aparta de ella—En fin, se nos hará tarde, así que bueno, me adelantaré hacia la entrada, supongo que nos veremos en otra ocasión, un gusto por cierto—se despide Marco mientras se ríe, con un ligero beso en la mejilla de ambas amigas, y echa a andar hacia la entrada del colegio, alejándose de ellas.

—Jajaja, medio extraño tu amigo eh. —Dice Helena, dirigiéndose hacia Fátima, quien por su cara, no está del todo contenta con lo que acaba de ver.

—Sí, en fin, te caerá bien...—Responde algo fastidiada, quizá también preocupada, y termina despidiéndose de Helena y dirigiéndose hacia una tienda. De pronto, el momento se ennegrece y comienza a despertar de ese recuerdo.

El reloj del móvil ha activado la alarma, Marco de nuevo se sienta al borde de la cama. Esa fue la primera vez que ellos hablaron, cuando se conocieron, pero, ¿qué quedaba ahora de todo eso?, han pasado mas de dos semanas desde que no han hablado, la carpeta con todas las cartas que escribió durante su ausencia está ahí, la toma y ve la mayoría de las cartas en el suelo. Sí, ese fue su primer momento, el aún era "muy joven", algo aventado a los impulsos, pero él lo sabía, solía hacer las cosas como si no importara el que pasara después.

Es normal, cuando uno es joven, se es ingenuo la mayoría de las veces, las decisiones que se toman provienen de impulsos  y el miedo, esto último, aunque no lo que parezca, poco a poco, simplemente hace que todo se vaya al carajo, aunque, realmente, no creo que haya nadie que domine por completo todos sus miedos. Pero es importante el evitar a toda costa que estos afecten a las personas que amamos, aunque más importante, el no dejar que nos consuma y nos cambie por completo.

"— ¡El miedo no es una buena excusa! —Le gritó desde el sofá— ¡Tener miedo es la excusa que todos usan siempre!"

—Buscando a Alaska de John Green.

Los acordes del corazón.Where stories live. Discover now