NO, NOTAS ACERCA DEL AMOR, NO. NOTAS DE AMOR, con preposición; es decir, notas mías.
Soy el Amor, vuestro narrador de confianza. Citado con frecuencia, incomprendido la más de las veces.
Muy imitado pero imposible de duplicar; algo así.
Por eso estoy aquí —desprendiéndome de mi manto de misterio, hablándoos claramente—, para contaros una historia de amor. Una verdadera historia de amor, en la que, de hecho, participo.
Regla número uno:
Nunca os pediré que toméis veneno, que os dejéis caer sobre la espada de vuestro amante, que os convirtáis en una especie infrahumana, que libréis una guerra ni que en general os causéis daño físico o se lo causéis a otros. Eso es cosa de libros e historias, no de la vida real.
Regla número dos:
Puede que no avise con mucha antelación. Es muy posible que esté a la vuelta de la esquina y no tengáis ni idea. Aveces ni yo mismo se donde estaré: soy el Amor no un dios omnisciente.
Regla número 3:
No puedo evitar que vayáis detrás de quien no os conviene. Hasta es posible que creáis que me habéis encontrado cuando no es así.
La gente se las arregla para verme en las situaciones más absurdas: en un beso a escondidas con el novio de tu mejor amiga; en las dulces palabras del guaperas que te pide que te dejes llevar en el sofá del sótano de su casa. Eso es amor verdadero, decís, ¡y ahora es cuando suena música de fondo, se atenúa La Luz y se activa un filtro que os da un aire soñador y romántico!
Siento decepcionaros, pero, en muchas ocasiones, ese no soy yo,
Os remito a la Regla número uno. Romeo y Julieta; Arturo, Lancelot y Ginebra; Marco Antonio y Cleopatra; Bella y Edward: la historia y la literatura están llenas de ejemplos de personas que tomaron malas decisiones en, ¡ejem!, mi nombre.
Mirad, los seres humanos cometen muchos errores.
Yo no. Creedme aunque sólo sea esta vez.
Me gustaría que olvidarais todo lo que sabéis sobre el "amor verdadero". El de verdad no os vuelve egoístas ni miopes. El amor verdadero os hace mejores de lo que jamás imaginasteis.
Entonces, ¿como me podéis encontrar? Bueno, en realidad soy yo el que os encuentra a vosotros. Seguid leyendo.
Regla número cuatro:
En algún momento apareceré en vuestra vida.
Os lo prometo: da igual que tengáis unos brillantes ojos verdes o la cara llena de granos; da igual que viváis en París, en un apartamento con vistas al Sena, o en lo más profundo de Indiana, en una granja con vistas a las vacas. Cuando os toque, allí estaré. Y, si me dejáis, os ayudaré.
Regla número cinco:
Yo no puedo controlaros, ni tampoco al doble de Harry Styles que está en vuestra clase de matemáticas. A la hora de la verdad, todo depende de vosotros.
Dicho esto, es de todos conocido que doy empujóncitos, pequeños pero eficaces.
Regla número seis:
A veces el momento que elijo para presentarme es un poco delicado.
Pongamos or caso a Gael Brennan. Es un chico serio, con las ideas claras. Un Romeo convencido de que ha encontrado a su Julieta. Está en el último curso de Secundaria en Chapel Hill, en Carolina del Norte, y no tiene ni la menor idea de lo que le aguarda.
Está a punto de perder la fe en mi. Y me fastidia reconocer que eso es en parte culpa mía, lo creáis o no. Lo se, lo se, he dicho que yo no cometo errores...
Y así es.
Bueno, así era.
Pero voy a hacer todo lo que esté en mi mano para arreglar este desaguisado.
Porque hay una razón por la que mi querido Gael me necesita. Una muy importante. Y digamos que no se trata de si tendrá a alguien con quien ir a la fiesta de fin de curso...
Sin duda, gran parte de lo divertido de mi trabajo radica en el desafío. Lo cual me lleva a la:
Regla número siete:
Puedo ser creativo.
Antes de que pongáis reparos, dejadme que os diga que, como prometí en la regla número cinco, el libre albedrío permanece intacto. Yo no puedo obligar a la gente a que haga nada. No tengo un carcaj lleno de flechas ni un armario lleno de pociones.
Pero eso no significa que no tenga mis métodos...