Prologo.

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Sonaban gritos de fondo, tenía la vista fija, la cabeza me sumbaba y mi cuerpo se sacudía. Su sonrisa, tan peculiar, tan perversa y coqueta, una perfecta sensación de placer me recorría más que el cuerpo.

No podía hablar o moverme, estaba a su merced, esperando su decisión, esperando los planes que tenía para mi, el aire que pasaba por mis pulmones era tan escaso, casi como un hilo, el pecho me ardía y el dolor recorría todo mi cuerpo, esperaba mi respuesta.

-Acepto.

Él, ahí parado con una sonrisa de oreja a oreja, sus nudillos llenos de sangre, el dorso desnudo y su labio partido e inflamado, todo él, tan adictivo, tan perverso y sensual, tan perfecto, me abrían paso a un gran camino, una historia de dolor.

No sé si firmaba mi sentencia de muerte, no estoy segura que tanto duraría esto, pero era cierto que quería más de esta gran Agonía.

AgoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora