Prólogo

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- ¡Coronel Williams!

- Hola, Dr.Cooper. Cuánto tiempo.

- ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? - dijo el físico, entrando en pánico.

- Lamento informarle de que ha muerto.

- ¿Quién?

- Usted.

- ¡¿Yo?!

- Es una historia muy larga, pero no va a ir a ninguna parte, así que...¿Recuerda que el trabajo del giroscópico que hizo con Dr.Hofstader y Mr.Wolowitz?

- Por supuesto que sí. Tengo una memoria eidética. 

- Bien por usted. En el contrato ponía que no podían decirle a nadie ningún detalle sobre el proyecto. Usted se lo reveló a un grupo de gente que, por suerte, no entendieron nada. Lo sentimos, pero no podemos permitir que eso vuelva a pasar. 

- ¿A qué se refiere con eso, coronel?

- Usted tuvo un accidente de coche que le dejó en coma hace dos semanas. En el momento en que le iban a desconectar, hubo un incendio en el hospital. Este sólo se cobró una víctima: Usted. Hicimos un pacto con el forense para que determinara que un muñeco chamuscado era su cuerpo. Legalmente está muerto, Dr.Cooper.

- ¡¿Perdón?!

- No es personal, pero siento decirle que se pasará el resto de sus días aquí, trabajando para nosotros, que así no se aburre.

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En Pasadena:

- ¿Amy? - preguntó Penny, algo preocupada. Su amiga llevaba un buen rato sin hacer ruido y se empezaba a rallar. Silenciosamente abrió la puerta de la habitación y se encontró con que Amy estaba dormida, abrazada a una camisa de pijama y en el lado de la cama que antes ocupaba su difunto marido. 

- Penny. -dijo la bióloga antes de que esta cerrara la puerta. 

- Hola, Ames. ¿Cómo lo llevas?

(No dijo nada, pero su cara lo dijo todo).

- Ya, me imagino. 

- ¿Leonard está vivo?

-¿Sí?

- Entonces no te lo imaginas. 

- Perdón...

- Penny, voy a necesitaros mucho. Y, ¿qué le voy a decir a mi hijo cuándo me pregunte quién era su padre?

- ¡¿Estás embarazada?!

- Sí. Se lo dije a Sheldon en la UCI.

- Bueno, tú tranquila, que todos te ayudaremos a criarlo. Y todos no aseguraremos de que sepa quién era su padre.

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El coronel Williams se fue, dejándolo solo.

Cualquier otra persona habría llorado por no volver nunca a sus seres queridos, habría maldecido sobre la idea de pasarse el resto de su vida como rehén y trabajando para los que lo retenían. 
Pero Sheldon no era cualquiera.

En cuánto se quedó solo, empezó a planear su escapada.

Él no iba a quedarse de brazos cruzados.

 Al fin y al cabo, tenía una razón por la que salir.

Yo soy tu padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora