Introducción

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Cuando tenía 8 años, sentí el tipo de tristeza del que la gente mayor hablaba en las fiestas, en alguna película nostálgica o en las canciones cuyas letras, me hacían imaginar historias. Ni siquiera llegué a noviembre de ese año cuando la sentí, la tristeza rasguñando sobre mi piel, cavando entre mis entrañas a puño entero y colándose sobre mis huesos. Y ahí, un poco más a la izquierda, también un peso extraño en el corazón.

Anteriormente, en "Para decirte lo que siempre quise", agradecía a mi mejor amigo por recordarme que la tristeza es más bella cuando la hacemos poesía, pero el significado tras esas palabras se queda en un agosto 29, junto a la carretera en dónde papá dejó su último aliento.

A él le debo la tristeza con la que comenzó esto: mi percepción, mi sensibilidad, pero sobre todo, ese cambio, mi cambio. Porque a mí nuevo yo le gustaba expresarse, le gustaba gritar sobre las letras, llenar páginas enteras con lágrimas y escribir en medio de estas. Me sentí refugiada, y entonces me di cuenta que necesitaba hacer poesía: era el único sitio en donde podía ser yo misma.

Es la tristeza probablemente una de las emociones más extrañas, para algunos podría ser simplemente doliente, pero hay muchas cosas hermosas incluso en esa palabra. La tristeza me ha llevado a esto, a escribir sobre mi dolor y buscar entenderlo.

Pero ahora, quiero que lo hagas, quiero que intentes entenderme y si las letras de mi libro te hacen sentir, vibrar o imaginar, entonces te las regalo. Quédatelas y tómalas como quieras, puedes arrojarlas al final de las escaleras si es que algo te hace recordar la huida de tu ex o bien, puedes impregnártelas, tatuártelas en la piel.

Mis palabras no podrán ser del todo valiosas, pero ahora al menos quedarán en la memoria de alguien.

Hazlas tuyas, que al dejarlas aquí, ya no me pertenecen sólo a mí.

Desastre líricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora