Little Gangster

U N O.

-¿Papi, lo puedo hacer yo?- le cuestioné a mi padre con inocencia.

-Está bien.- dijo mi padre con cara de orgullo pasándome el arma.

Con una alegría que no me cabía en el pecho tomé el arma, deshaciendo toda la inocencia que hasta en ese momento poseía, la sabandija se retorcía implorando por su miserable vida, recordando consejos de mi padre me serene, apunté y jalé el gatillo, el sonido del disparo me aturdió, mi cuerpo tuvo que dar un paso atrás por la fuerza del golpe pero me sentía satisfecha, fue mi primera victima, yacía con un tiro en la cabeza mientras mi padre me miraba con un gran orgullo.

Había matado a un traidor a los 6 años, y me dio una gran satisfacción pegarle ese tiro en la cabeza y mirar como todo su cuerpo se manchaba con su propia sangre. Desde ese día comencé a matar gente con mi padre, nos decían Gli Dei Los dioses, por qué, porque matábamos gente por poder, sin piedad, de todas las maneras, a cualquier horario, en cualquier lugar, y fue ahí que me dí cuenta de mi vocación. Era una mafiosa, al igual que mi padre e iba hacer la mejor, no importaba a quién tuviera que pasar por encima. Me entrenaron para esto, para ser una máquina de matar.

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13 años después.

-Padre, ya llegué.- grito cuando ya estoy dentro de casa, me quito la mochila, la chaqueta y me tiro al sofá enorme.

-¿Cómo te fue Eris?- pregunta mi padre bajando de las escaleras.

Si, Eris es mi nombre, mi padre me lo había colocado por la diosa griega de la discordia y el caos. Tan mal no me sentaba después de todo.
Hija de Perséfone y Dionisio Iannone heredera única del linaje de mafia más poderoso de todo Italia y Francia.

-Bien, fui hacer el trabajo sucio.- le contesto mirando mi celular.

-¿Tuviste problemas?-

-No papá, fue limpio, no hubo testigos, ni ruido.- El asiente con la cabeza.-¿Pasa algo?.- cuestiono.

-No.- contesta cortante.-¿qué le sacaste a ese viejo?.- pregunta el más tranquilo. Sonrío tranquila y de la mochila saco la recompensa.

-Dos millones de dólares.- le digo señalando el dinero que el traidor había robado.

Mi padre me sonríe tranquilo y me da paz, creo que es el único momento que tengo calma es cuando el está cerca.

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Me levanto de la enorme cama adormecida y me dispongo a tomar un baño.

Una vez que llego al baño me despojo de todas las prendas que llevo puestas y abro la ducha para meterme en ella, el agua es tibia y recorre todo mi cuerpo.

Cuando salgo del baño es hora de vestirme y me dirijo a mi closet, coloco mi mano en un pequeño aparato de escaneo digital que hay en el lugar de la perilla y este de inmediato abre sus puertas, no es porque tenga miedo que me roben la ropa, sino que también es mi habitación de armas y donde tengo todo mi dinero de los trabajos que hago, soy la mano derecha e hija de Dionisio Iannone, eso tiene sus ventajas.

Antes de buscar cualquier prenda pongo musica de una pantalla que se amolda a la pared y una pieza de jazz comienza a resonar por todos los rincones del closet y también de el cuarto. Tomo unas bragas del cajón y de otro saco el sostén que hace juego con este, comienzo a buscar algo de ropa entre todas las perchas y cajones y me decido por unos jeans blancos y rasgados, unos tenis igualmente blancos y una blusa de tiras anchas negra que se ata en un moño adelante. Peino mi cabello de manera que este quede mas bien despeinado y casual, pongo rimel en mis largas pestañas mientras tarareo un poco de la pieza de musica. Cuando termino voy hacía el otro lado del closet, donde se encuentran las armas y tomo una 9mm color blanca, es mi preferida, mi abuela Atenea se la regalo a mi madre y mi madre me la regalo a mi apenas aprendí a disparar, sonrio al recordar momentos con mi madre, la vuelvo a dejar en su lugar y me dirijo al gran salón a comer con mi padre. Electra la vieja encargada de la limpieza de la casa estaba en la cocina preparando nuestro desayuno, sonrio al verla entusiasmada y ella hace lo mismo haciendo que arrugas se pronuncian alrededor de sus ojoss y su boca.