Amame 3 horas. capitulo 3

2.3K 45 2
                                    

Capitulo III.
Ámame tres horas

"Si a través de mis ojos tú te vieras y en mi cuerpo sintieras lo que tú me inspiras, te viera con sed de abrazarte, quisiera, ya que es la forma de como estos ojos te miran, iba aterrizando en las nubes de trampolines, fueron tus senos los que use como almohadines, y antes que se termine esta corta canción déjame decirte que me encantó hacerte el amor"…
[Canserbero]

Cuando me enteré que Paola, estaba casada, sentí que mi cuerpo se estremeció y fue en ese momento, en el que mi corazón empezó a latir más de lo normal, como si quisiera salirse de mi pecho, estaba emocionado por lo que me había acabado de enterar. Ella, era la mujer ideal, y el propio destino la había traído hacia mí. Eso no solo me emocionaba de la forma en la que lo estaba sintiendo en ese momento, sino que me llenaba de ilusiones, erizaba mi piel, me incitaba a pensar mil formas de conquistarla y de vivir una experiencia maravillosa, en su compañía.

A partir de que mis sospechas eran reales, empecé a dedicarle un poco más de tiempo y atención a Pao, traté de escucharla más, le di todo ese tiempo con esmero, sin llegar en ningún momento a volver a cuestionarla por nada ni a preguntar lo que no debía o lo que, posiblemente a ella, le pudiera llegar a molestar. Más bien, decidí ser más atento, cada día que hablábamos, a cada instante, pues sabía y sé, que una mujer se siente amada, cuando es escuchada, así que esa estrategia, sería la que utilizaría con ella, pues de esa manera, podría conquistarla, demostrando todo mi interés en ella y por lo que me platicaba o quería compartir conmigo.

Paola comenzó a abrirme su corazón, en poco tiempo me fui convirtiendo en su confidente, su mejor amigo, la persona en quién podría depositar su confianza a ciegas, que sabía que no la defraudaría por nada en el mundo. Mientras tanto yo, hacía todo con la única finalidad de poseerla, de tenerla entre mis brazos, de probar esos labios que tanto me gustaron desde el momento en que la divisé de lejos en aquel supermercado. Y, yo no iba a descansar, hasta que lograra lo que me había propuesto desde un principio. Que ella, una mujer de semejante belleza, fuera un trofeo más para mi ego. Por lo menos eso es lo que pensaba.

Paola y yo, platicábamos mucho y muy seguido, casi todo el día, siempre estábamos en contacto y en determinada hora de la noche, ambos desaparecíamos por completo, el uno del otro. Eso era normal, pues ya teníamos bien en clara, cuál era la situación actual de cada uno.

Nosotros dos, habíamos hecho un trato, ella me dijo que su esposo era muy celoso, por lo que no la dejaba tener amigos, de ninguna índole, además, solía constantemente, revisarle el celular, pues era muy desconfiado, así que, por tal motivo a cierta hora de la noche, o cuando ella anticipadamente me dijera, que no le escribiera o marcara, yo no lo debía hacer. Aunque me picaran los dedos por tomar el teléfono y ser un poco atento con ella o dedicarle una feliz noche, al menos, tenía que mantenerme al margen de ese trato que habíamos hecho, sobre todo, si yo quería seguir manteniendo contacto con ella, y por ende, cuidarla, pues de una pareja celosa, se puede esperar cualquier tipo de reacción, y la idea no era que ella, sufriera algún daño, a causa de alguna impertinencia de mi parte. En el momento en que podía escribirle, que era cuando ella lo hacía primero ¡Claro!, para evitar problemas, le expresaba la falta que me hizo hablarle, pues, decía que le quería comentar alguna cosa, que me hubiera pasado durante el rato de ausencia, fuera o no cierta…

Los días fueron pasando y Pao, se convirtió, no solo en mi mejor amiga, sino en la mejor confidente, pero también, enamorada por WhatsApp. No había día, en que no la sorprendiera con cualquier detalle, cualquier cosa, podría ser un escrito, un dibujo, una serie de emojys que le hicieran saber lo que estaba sintiendo en ese momento, una frase filosófica o un poema de algún poeta famoso, etc. Todo era válido, hasta imágenes de flores silvestres a las que yo mismo le tomaba fotos para enviárselas, algo que le parecía diferente y a su vez, muy hermoso. En otras ocasiones, le dedicaba canciones, para que al escucharlas mientras hacía sus oficios del hogar, se acordara de mí, me pensara y nadie, ni siquiera su propio esposo sospechara que sonreía, porque pensaba en mí.

Dos meses pasaron…

Paola y yo, solo nos habíamos visto el día en que nos conocimos, al menos, personalmente, aunque por WhatsApp, ya habíamos hecho un sin fin de cosas en nuestra imaginación, a través de videollamadas. Nosotros, sin tocarnos, habíamos hecho miles de veces el amor, como dos amantes que, a escondidas, disfrutan de su amor prohibido y mágico a su vez.

14 días después de los dos meses...

La oportunidad nos la regaló el destino, pues Pao y yo, coincidimos en un lugar por un par de horas, sin siquiera haberlo planeado. Solo se dio. Por esto es que pienso que, de verdad, sí existe ese hilo rojo que une a las personas, además que el destino, estaba poniendo mucho de su parte. Moviendo las fichas exactas, para que todo fuera fluyendo y sucediendo, en pro a nosotros y a lo que estábamos sintiendo a estas alturas de nuestras vidas.
El destino unía nuestros caminos, en realidad no lo podíamos creer, dos amantes, dos enamorados (porque ya lo estábamos), se encontraban sin haberlo planeado.
Al encontrarla de frente, no sonreí ni nada por el estilo y pasé de largo, sin siquiera voltear a verla, ella hizo lo mismo. Al cruzarla, me di la media vuelta y caminé tras ella, hasta quedar a su costado izquierdo.

Caminaba en la misma dirección que ella, siempre mirando al frente, sin voltear si acaso a verla por el rabillo del ojo, y le pregunté entre dientes —¿Vienes acompañada?, a lo que ella me dijo sin voltear a verme y, de la misma manera, o sea, entre dientes respondió —Sí, vengo contigo, —sonriendo.

Al escuchar su respuesta le dije —¿Crees que sea seguro aquí?
—Estando a tu lado, siento que todo es seguro —respondió.

Caminé más a prisa para cruzarla y después, al quedar frente a ella me sonrió y se abalanzó hacia mí, se colgó de mi cuello y sus piernas, abrazaban mi cintura mientras nuestros labios se frotaban en un beso, como dos grandes enamorados, sin miedo a nada y con ganas de todo.

Después de eso...

Seguimos caminando, como si no nos conocíamos y cada uno iba por su lado, íbamos platicando como dos espías encubiertos, entre la plática, le pregunté —¿De cuánto tiempo dispones?, a lo que ella me respondió —Dispongo de máximo 3 horas, tú ¿Crees que nos dé tiempo?

Yo sonreí, la miré y le dije —Una vida no bastaría, para demostrarte cuanto eres para mí, pero en tres horas te lo puedo resumir, —Ella sonrió y dijo: —Entonces, ámame esas tres horas.

Crónica de una infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora