003 : FELICIDAD

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El día siguiente me levanté mucho antes de lo que pensaba así que aproveché para poner las cosas en su sitio. La comida que compré ayer en la nevera y armarios de la cocina, saqué la ropa de las maletas e incluso limpié las ventanas ya que ayer no tuve tiempo suficiente. Con todo eso se me fue la mañana, pero con suerte ya había terminado.

Después de comer decidí dar una vuelta por la ciudad, volví a pasar por la plaza andando, la tenía al lado de casa, así que no podía evitar ir siempre que tuviera algún momento. Me dedicaba a observar todo con claridad, no quería dejarme nada por ver.

A lo lejos vi una chica un tanto cargada, llevaba tres cajas sin la ayuda de nadie y su cara estaba pidiendo a gritos ayuda, así que me acerqué, le hice una seña de que la ayudaría y ella aceptó. Cogí dos cajas y la acompañé a su casa, no estaba muy lejos de la mía, eso me alegró.

– Gracias de corazón por ayudarme, ¿como puedo agradecerte? - Dijo la chica después de dejar las cajas en la entrada de su casa con una gran sonrisa.

– Solo quiero una cosa, saber tu nombre... - Le dije devolviéndole la sonrisa, se veía una chica súper adorable. Me miró directamente a los ojos y me respondió. 

– Hannah.

– Encantado de conocerte entonces, soy Matt. Espero verte pronto. - Volví a sonreír después de mucho tiempo sin hacerlo tan seguido y me fui.

Volví a casa, estaba realmente feliz no podía sacarme esa estúpida sonrisa de la cara, esa chica de ojos verdes me había encantado.

Aún así, el día no podía ir mejor. Cuando llegué a casa me llamaron para una entrevista de trabajo. Era para ejercer de basurero, sinceramente no me apasionaba mucho la idea, pero necesitaba el dinero, quería cumplir el sueño de Marina, tener un restaurante en Venecia en un local abandonado, restaurarlo y ganarse la vida con eso. Por ahora ese trabajo sería mejor que nada.

Ese mismo día por la tarde empecé a trabajar. Hay que admitir que no estaba tan mal, no es el mejor del mundo, pero gracias a eso pude conocer un poco más la ciudad, los lugares más escondidos y a la vez los más bonitos. 

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El tiempo iba pasado, llevaba dos meses con ese trabajo. En mi tiempo libre, que hay que admitir que era poco, quedaba con Hannah, poder mantener conversaciones con alguien era realmente acogedor. No tenía amigos a parte de ella. Sí, lo sé, es muy triste, pero con ella me bastaba, me ayudaba a olvidarme de mis miedos, a no pensar tanto en Marina y lo agradecía, era una gran compañía, y con ella podía sentirme querido en mis momentos de crisis emocional, su presencia era lo único que necesitaba.

Un día mientras iba con la góndola taxi aprovechando mi tiempo de descanso, vi a Hannah sentada en un banco leyendo un libro, se la veía concentrada, puesta internamente en la lectura. Yo no era mucho de libros, había leído algún que otro, pero ni me apasionaban ni me desagradaban, me eran indiferentes. Eso sí, me gusta ver a la gente como disfruta de una lectura tranquilamente.

Me acerqué a ella, rápidamente me vió y me saludó en la lejanía, levantando el brazo y moviéndolo con energía. Me sonrió cuando llegué.

– ¿Todo bien? Se te ve animada hoy. - Le dije con una sonrisa en la cara.

– Sí, hoy me he levantado con ganas de sonreír. - Dice riendo. - Y tú, ¿qué tal? 

– Bien la verdad, disfrutando de mi día libre. ¿Quieres ir a comer conmigo?

– ¿Ahora? - Dice confusa.

– Oh no, a la hora de comer. - Y nos pusimos a reír a carcajadas los dos. Era una pregunta obvia la mía, pero aún así quiso darle gracia al asunto. Es lo que más me gusta de ella, disfrutas su presencia siempre.

Nos pusimos a andar para hacer tiempo y así aprovechábamos a cansarnos para tener hambre a la hora de comer. Fuimos al restaurante preferido de Hannah, ella decía que allí hacían las mejores pizzas de Venecia, así que quería comprobarlo. Y, obviamente, no se equivocaba. Escogí la de cuatro quesos, mi favorita y como esa ninguna, ella prefirió cogerse la de carbonara, y como también quería probarla decidimos partirlas por la mitad y así podríamos comer de las dos. Fué una muy buena comida. Eso sí, ella quiso invitarme a comer, quería pagar ella. Me sentí indignado por no poder hacerla cambiar de opinión.

¿Te he dicho nunca que te quiero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora