Hacía dos meses que trabajaba en el restaurante de Hannah. Eso me aportaba mucha felicidad al día a día y me daba fuerzas para afrontar los meses que venían adelante.
Sí, se acercaba la Navidad. Por lo tanto, el día catastrófico también.
Estar con ella hacía que el tiempo pasara más deprisa y con faenas asimilaba las cosas que iban ocurriendo.
Ya había ahorrado muchísimo gracias al estupendo trabajo. Ver la cara de felicidad de las personas que venían a comer o a cenar aportaba tranquilidad y estabilidad a mi cuerpo y lo agradecía enormemente.
Realmente parecía todo un sueño en dónde podría cumplir el deseo de Marina, ya que no me faltaba mucho. Era como una gran película, pero como siempre, mi película no puede terminar bien.
Un día de trabajo, estaba ayudando a Hannah a hacer la comida en el restaurante, ya que estábamos bordados de faena y una sola persona cocinando no era suficiente.
Pero eso no fué todo. Ella empezó a encontrarse mal. Demasiado trabajo, pensé. Le dije que se sentara un rato a descansar y ya terminaría yo de hacer la comida, pero su cara no parecía ser nada buena. Estaba ocultándome algo. Lo peor no fué el hecho de que me ocultara alguna cosa, sinó lo que era.
– Lo siento. - Dijo en un susurro.
No sabía de qué se disculpaba. No entendía nada y de repente se desmayó, cayéndose al suelo, pudiendo yo llegar a tiempo a cogerla. Nada iba bien, y un déjà vu me vino de golpe.
Rápidamente la llevé a urgencias. Necesitaba entender que ocurría, pero principalmente que ella estuviera bien.
Estuvo tres horas en observación. Fue un maldito infierno. Pero eso sigue sin ser lo peor de todo.
– Discúlpame, - Dijo el doctor saliendo de la habitación en donde estaba Hannah. Su cara no me gustaba nada. - creo que hay algo que no sabe. Su pareja tiene cáncer. Según ella ha preferido no decirle nada por equis razones. Pero hay algo peor. Necesita un trasplante de corazón, si no encontramos uno en menos de una hora, no se podrá hacer nada. Lo lamento, haremos todo lo que este en nuestras manos.
Mi cabeza no respondía, mis oídos estaban sordos y todo se volvía negro.
El déjà vu de antes me daba más fuerte ahora.
Marina. Pensé.
El mundo iba a arrebatarme a mi felicidad por segunda vez.
Me había derrumbado en el suelo del pasillo. Tenía al amor de mi vida dentro de la habitación del lado. Me sentía hecho mierda.
– Puede pasar a verla si usted quiere. - Dijo el doctor. Me había olvidado de su presencia.
No me lo pensé dos veces. Me levanté del suelo con las pocas fuerzas que me quedaban y entré a la habitación intentando no derrumbarme por el camino.
Me senté al lado de la cama, cogiéndole la mano. Ahora estaba estable y sentía que no la quería soltar jamás. Quería que estuviera conmigo siempre. ¿Por qué el mundo me lo estaba arrebatando todo?
– ¿Te he dicho nunca que te quiero? - Le dije en un susurro.
– No... – Me respondió con un hilo de voz, entrecortado y aguantándose las lágrimas fallando en el intento.
– Te quiero.
– ¿Aún?
– Siempre. - Suspiré. Le di un beso enorme y me fui.
Fueron mis últimas palabras. La quería más que nada en el mundo y ella merecía lo mejor.
Tomé una decisión, puede que la más importante en toda mi vida.
Dicen que si quieres a alguien de verdad, arriesgarías tu vida por ella, ¿no? Yo lo que hice fue perderla.
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¿Te he dicho nunca que te quiero?
Short StoryEl amor es un sentimiento profundo entre dos personas que sienten lo mismo. Pero es un camino complicado, importante e incluso puedes terminar arrepintiéndote de tus actos. Por lo tanto hay que darlo todo de uno mismo, hacer locuras y barbaridades p...