S p r i n g.

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Dazai, nunca podré saber qué esperas de mí, qué quieres de mí o qué pasa por tu cabeza. Eres más de lo que siempre quise admitir, aunque no creo que lo sepas, tomé decisiones estúpidas, al igual que tú.

—¿Qué tanto me ves?

Interrogas como si esta situación fuera ajena y yo tuviera otra cosa que hacer además de observarte.

—Tu cara, es atractiva.

Tus ojos castaños, tan profundos, se abren un poco, pero luego los entrecierras y me miras con esa sonrisita de sabelotodo.

—¿Te has enamorado de mí, Chuuya?

—Que digas mi nombre en cada oración es algo que enamora, ¿lo sabías?

Al oírme te acercas un poco, nuestros hombros se tocan. Estamos sentados en la terraza de la Torre Landmark, no se permite estar aquí y menos a la medianoche. Pero la vista de la ciudad sobre un piso sesenta y nueve es maravillosa, sobretodo si todas las luces de Yokohama iluminan tu rostro.

—¿Acaso estás tan dócil y menos molesto porque es mi cumpleaños, Chuuya?

Tus dedos se hunden en mi cabello y lo desenredan a medida que avanzan hacia las puntas, repites la acción, llevando un par de mechones pelirrojos detrás de mi oreja. ¿Eso es una caricia acaso?

—A veces es agradable no ocultar las cosas, deberías probarlo.

—Pero si lo haces solo por la fecha me molesta.

—Lo hago desde la noche que me dijiste algo tan cursi como que la luna estaba hermosa.

Tus mejillas toman un color carmesí adorable y, sinceramente, espero ser el único que logra una reacción así de tu parte.

—Oye... Chuuya.

—¿Qué pasa?

En cuanto respondo dejas de mirarme y me reemplazas por la noria, observándola fijamente. Tu perfil es perfecto; tus ojos reflejan la ciudad que tanto te esfuerzas en proteger de personas como yo, y a veces, como tú. Pero aquí estamos, dos enemigos, compañeros, amantes, con las piernas colgando a doscientos noventa y seis metros de distancia del suelo.

—Me gusta que... —haces una pausa, te noto tímido y me dan ganas de sonreír al darme cuenta que por fin intentas ser sincero— …que estés conmigo, hoy y siempre que te necesito.

Hablas bajito, tiernamente. Éste Dazai es nuevo, desconocido, me avergüenza admitir el desastre que mi cuerpo experimenta por tu culpa, así que quiero oírte, al menos una vez—. Es más corto decir "te amo", ¿no lo crees?

—No te atribuyas cosas.

—¿Te hará mal decir cuánto me quieres por una vez en tu vida? Sin frases tontas, quiero decir.

—¡Es mi cumpleaños! —Y allí está; el efusivo Dazai habitual—. Puedo decir y pedir lo que yo quiera. Por ejemplo, quiero hacerlo contigo, ahora.

—No seas idiota.

Te empujo hacia atrás, alejándote del borde del abismo, el viento frío despeina tu cabello y el mío también; desvaneciendo las caricias que me diste hace unos segundos y quiero que me sean devueltas.

En dos días comienza el verano, el hecho de que cumplas años a finales de primavera es algo romántico, a pesar de que las flores de cerezo ya se han marchitado sobre el suelo al desprenderse. Las flores, no tú. Porque no importa cuánto mueras por dentro, siempre estaré ahí para darle un sentido a esas flores que alguna vez nacieron, en Abril. Sus pétalos rozan tus labios y oyen tu voz aterciopelada pidiendo cosas incoherentes, aunque al final susurran que puedes demandar todo lo que quieras, porque es tu cumpleaños después de todo. Y aquí estoy, sobre tu cuerpo, acariciando tus labios con los míos, tan dulces, mientras tus manos me queman allí donde vayan.

Y las flores murieron, en Junio.

Prunus #SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora