Nathaniel, más conocido como Nate, un chico de 16 años, bajito para su edad y batante delgado, cabello color caramelo, naríz pequeña y uns ojos inolvidables de color azul hielo.
Él estaba recogiendo sus cosas tras acabar las clases un día lluvioso de abril cuando sintió su móvil vibrar en su bolsillo. Lo saco de allí, mirando el mensage en la pantalla iluminada. Era de su padre, John, lo que le sorprendió bastante, pues no solian hablar bastante.
"Vuelve inmediatamente a casa, tenemos que hablar de algo importante" Decía el mensaje.
Nate frunció el ceño, confundido por el mensaje, pero decidió hacerle caso y acabó de meter sus cosas en su cartera apresuradamente, saliendo rápidamente por las puertas del instituto.
Las calles estaban sorprendentemente vacias para ser las cuatro de la tarde, pero, teniendo en cuenta que estaba casi diluviando, no era raro. Un par de coches pasaban de vez en cuando, levantando grandes masas de agua a su paso y manchando las calles.
Llegó a casa, ahora empapado, y antes de que pudiera sacar las llaves para abrir la puerta, esta ya se estaba abriendo dejando ver a su padre detrás.
-Entra- Dijo este mientras miraba a ambos lados de la calle.
Nate hizo como le dijo y dejó la cartera y el abrigo en el pasillo para que se secaran. Su padre cerró la puerta y pasó la llave un par de veces, cosa que Nate veía innecesaria.
-Nos vamos a mudar, mañana por la mañana partimos, prepara tus cosas- Dijo John antes de desaparecer por la puerta a la cocina, dejando a su hijo confundido y boquiabierto en el pasillo.
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Menos de un día despues, tras haber empacado todo lo que no querían dejar atrás, padre e hijo tomaban una furgoneta que los llevaría a su nuevo destino; uno que incluso Nate desconocía.
-A donde vamos?- Preguntó queriendo resolver sus dudas.
-Ya lo veras cuando lleguemos- Respondió el otro hombre sin sacar sus ojos de la carretera.
Nate se dedico a ver los árboles pasar durante todo el trayecto a su nueva vida, cabeza apoyada contra el cristal y mente perdida entre sus pensamientos.
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La nueva casa no era muy grande, pero si moderna y lo justo para que viveran dos personas.
Disponia de dos baños, uno pegado a cada una de las habitaciones, una pequeña cocina y un salón comedor, que era la zona mas espaciosa de la casa.
Era el último piso de un edificio de apartamentos (El 8ºB) y tenía unos grandes ventanales en el salón desde los que se veía gran parte de la ciudad.
Estaba decorada de forma minimalista, no muy recargada, con tonos de blanco y negro para los muebles y las paredes de color, que conjubtaba con las demás cosas que había en cada habitación.
Nate miró por la casa y se dió cuenta de que sólo se veía una puerta aparte de la de entrada (La cocina y el salón estaban conectados por un espacio abierto).
-Esa es la mía- Dijo su padre señalando la puerta en el pasillo. Nate le miro con cara de duda, esperando que pillara la indirecta y le dijera donde estaba su habitación.
John pareció captar la mirada y le dirigió hasta el final del pasillo, donde sólo había una ventana.
-Y bien?- Preguntó Nate empezando a impacientarse.
John rodó los ojos y señaló una pequeña cuerda que salía del techo, que Nate no había visto antes porque estaba atada a un pequeño gancho en la pared.
-Tira- Dijo simplemente su padre para despues irse del pasillo hacia el salón.
Nate miro la cuerda indeciso por unos momentos hasta que tiró de ella y una trampilla se abrió en el techo, y del agujero salieron unas escaleras plegables.
-Mola- Susurró Nate para si mismo cuando vió que su habitacion estaba allí arriba.
Las escaleras eran un poco inseguras, y en ellas tenias la constante intuición de que te ibas a caer porque no había tablas entre los escalones, pero la vista con la que Nate se encontro arriba hizo que se olvidara de las escaleras y que eran potencialmente peligrosas.
Era una habitación bastante extensa, con una sola ventana en diagonal que seguía la forma del tejado.
Debajo de esta, había un asiento de aspecto cómodo que se incrustaba en el hueco que dejaba la inclinación de la ventana.
Las paredes estaban pintadas de un color azul oscuro con pequeños puntos blancos esparcidos por ella que simulaban estrellas en un cielo nocturno.
La cama era grande, quizás cabian tres "Nates" en ella, la estructura era blanca y las sábanas tenían el mismo tono de azul que la pared, solo que sin estrellas.
El suelo era de madera oscura, probablemente cómoda para los pies descalzos y a los pies de la cama había una alfombra que se veía muy suave.
En una de las paredes laterales había un mueble de estanterias blanco y a su lado la puerta al baño.
En la otra pared había un escritorio pintado del mismo color que los demás muebles y una silla giratoria se escondía entre las patas de la mesa.
Nate miro a su alrededor boquiabierto, pues las casas en las que habia estado hasta ahora (17, contando esta 18) siempre habian sido un poco cutres, nunca se habian quedado mucho tienpo en ellas (La que mas duró fue un año entero).
Este loft no tenia aspecto de ser algo temporal y a Nate le vino la ilusión de que a lo mejor podrían quedarse aquí hasta que acabara el instituto, dentro de dos años. A lo mejor podría hacer amigos de los que no se tuviera que despedir. A lo mejor podría tener una vida normal.
La voz de au padre le sacó de sus ensimismaciones cuando éste le llamó al salón, lo que el castaño hizo poco despues.
-Es tuya, tu la decoras tu la limpias, tu la recoges, yo no pienso subir ahí.- Dijo John en un tono autoritario. -Mañana empiezas el instituto- Añadió antes de salir por la puerta estatando que necesitaban leche; dejando a Nate boquiabierto en el umbral de la puerta, con una queja en la punta de la lengua y muchas cosas rondandole por la cabeza.
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Cold
Teen FictionNathaniel Hold nunca se imagino los giros que daría su vida cuando repentinamente su padre le da la noticia de una mudanza inesperada. En su nueva ciudad hace nuevas amistades y descubre nuevos misterios; aunque en realidad puede que no sean tan nue...