PREAMBULO

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Helena se fijó en la tarjeta comercial que su hermana mayor, Linda Lowell, dejó sobre su escritorio esa mañana cuando llegó al bufete de su padre. Apareció junto a la promesa de que en ese diminuto cartón Helena encontraría la clave para enfrentarse a uno de los mayores desafíos de su vida: la boda de su hermana menor en Bahamas.

—Ahí está la clave para que salgas bien librada frente a Theo durante la boda de Adele —sentenció Linda, una mujer de cabellera castaña que le rebasaba los hombros y unos ojos de color ámbar muy expresivos.

Se refería al jugador de futbol americano Theo Harding, la expareja de Helena. Un tipo que la abandonó en medio de los preparativos de su propia boda hacía ocho meses. Un evento que devastó a Helena, pero del cual se iba recuperando, a paso lento, pero firme.

—Le diré a Adele que no asistiré —resolvió Helena sin dejar de lado la tarea de registrar la correspondencia.

Ambas trabajaban en el bufete de su padre, el abogado Robert Lowell. Un hombre cuya fama rebasaba el estado de Florida y se extendía por todo el este de Estados Unidos. Litigante despiadado con sus contrincantes y sagaz frente a la justicia, como ningún otro.

Helena se afanaba en su tarea con diligencia y precisión, puesto que la pila de documentos que tenía ante sí debía estar sobre el escritorio del jefe antes de que asomara las narices por la oficina.

—¿Te atreverías a romperle el corazón a Adele? —Linda acudió a lo que mejor sabía hacer: manipular—. Te ha escogido como su dama de honor.

Adele era la menor de las Lowell, producto de las segundas nupcias de Robert con una mujer casi veinte años menor que él durante la década de los años noventa.

Por si fuera poco, Adele también era una de las fanáticas principales de Theo Harding y, por lo tanto, insistía en que Helena debería darse una segunda oportunidad con el deportista. Excepto su hermana Linda y su padre, todos a su alrededor hacían campaña en favor de Theo.

—Sabes que últimamente hemos estado distanciadas —manifestó Helena con desánimo.

Linda apoyó los codos sobre el mueble de recepción para fijarse en el rostro de su hermana con un gesto suspicaz.

—Desde lo de Theo te has distanciado de todo el mundo, Helena, excepto de mí y de papá. Eso porque trabajamos juntos y no tiene remedio a menos que busques otro trabajo.

Sabía que Linda tenía razón. Desde que Theo le pidió espacio y rompieron el compromiso, Helena se había encerrado en su mundo de soledades y tristezas, como sin con eso purgara alguna culpa. Apenas salía del apartamento que compartía con Linda, excepto para tomar clases de scrapbooking los sábados durante el día y al cine, alguno que otro fin de semana. Para esa época se había vuelto muy taciturna.

Incluso, hacía meses que no conducía las casi siete horas que tomaba el recorrido desde Miami hasta Tallahassee para visitar a su madre en Woodville. Primero, porque Nancy Preston lo único que hacía era reprochar las malas actuaciones de Robert Lowell, y segundo, porque la mujer la instaba para que arreglara las cosas con la estrella del futbol americano.

—Sé lo que estás pensando, Helena —dijo Linda con un tono de sentencia cuando se encaminó a la cafetera—. No vamos a tener esta conversación de nuevo. Adele quiere que seas tú quien la acompañe durante su trayecto al altar y a mí me parece extraordinario.

Se busca amorWhere stories live. Discover now