Sentado en el duro y frío piso, con la cabeza gacha, preguntándome cómo fue que terminé aquí, en una fría y oscura celda de la Cochlea. Llevo ya un tiempo aquí, no se por qué aún no me han matado, no he soltado mucha información que les vaya a ser de ayuda.
Recargo la cabeza sobre la pared con pesar, no he comido en días, a este paso sin comer y con las constantes torturas para sacarme información acabaré muriendo. Suelto una risa amarga, que patético, tantas cosas por las que he pasado y moriré de hambre, es como para reírse.
Percibo el molesto sonido que produce la puerta de metal al abrirse, alguien viene hacia acá, escucho unos pasos dirigirse hacia donde me encuentro hasta que se detiene frente al gran vidrio que separa mi celda de la sala de interrogatorios, no me molesto en voltear a ver de quién se trata, pasa un momento de completo silencio, hasta que decido voltear. Era aquella chica pelirroja de cabello corto y ondulado, ojos verdes, tez blanca, unas cuantas pecas que se esparcen por sus mejillas y nariz, de complexión delgada (es bastante linda), usualmente acompaña al tipo que me interroga, pero esta vez venía sola.
Se quedó observándome un momento, ninguno de los dos decía nada, era un silencio profundo pero no incómodo, ella me sonrió y se agacho, escuché como si estuviera abriendo alguna puerta, entonces vi como un paquete se asomaba por un pequeño compartimiento del cual no me había percatado que existía. Ella lo dejó dentro de mi celda, cerro el compartimento, se levanto y me miró nuevamente con una sonrisa pero esta vez más grande que la anterior. La miré sin poder ocultar la expresión de confusión en mi rostro, nadie me había dado nada desde que estoy aquí. Me levanté de mi sitio y me dirigí al paquete, con algo de desconfianza lo levanté de el suelo y lo acerqué a mi rostro, mi sentido del olfato no estaba funcionando muy bien, aunque podía percibir un olor algo familiar.
Regresé al lugar en el que me encontraba anteriormente, me senté de nuevo, coloqué el paquete en el suelo y lo comencé a abrir con algo de precaución, al observar el contenido mis ojos se abrieron de par en par. La voltee a ver rápidamente con los ojos aún como platos, ella me hizo un gesto como para incitarme a que comiera. Tomé un trozo de carne con mis manos y la acerqué lentamente hasta mi boca, di un ligero mordisco y al saborearla pude estar seguro de que no contenía alguna sustancia desconocida que me afectara. Rápidamente y como si de un animar se tratase empecé a comer, era bastante, nunca había disfrutado tanto comer carne humana...
Había terminado de comer ya hace unos minutos, estaba con la cabeza agachada, no podía voltear a verla después de esto, aún me quedaba algo de dignidad. Ella no decía nada, al mirarla de reojo pude ver que solo estaba sentada observándome con una leve (casi imperceptible) sonrisa, eso me empezaba a fastidiar un poco.
¿Por qué?...
No recibí respuesta y eso me molestó, me levanté de golpe, la observé fijamente y sin pensarlo le grité.
¡Contéstame! ¡¿Por qué me diste esto?!
Entonces ella puso frente a el vidrio una libreta.
"Te veías muy mal, necesitabas comer, así que te traje esto. ¿Ya te sientes mejor?"
Sentí como un rubor llegaba a mis mejillas, estaba avergonzado por haberme molestado y haberle gritado cuando en realidad me estaba haciendo un enorme favor.
No necesito tu lástima ...
Voltee mi cabeza a un lado ¡¿Cuándo me había vuelto tan necio?! La miré, había escrito nuevamente en su libreta