One shot

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Era un viaje a través de un tiempo completamente detenido, nada se deterioraba y nada se transformaba.
Las cosas solían cambiar de color, de forma, pero seguían siendo lo mismo.

Se trataba de una alma perdida entre las consciencias del universo, sin rumbo y sin una meta. Todas las voces eran una sola, las mentes compartían sentimientos y pensamientos, y las emociones eran drogas que duraban una eternidad.

Tenía un cuerpo sin brazos y sin piernas, sin órganos y sin sistemas, era solamente la representación visual de su espíritu. No tenía forma, pero podía sentir su propia existencia.

Una dilación temporal, donde sucedían millones de años luz en solo unos segundos de consciencia. Recuerdos de todas las vidas pasadas, y las vidas por pasar, experiencia acumulada en el proceso de crecimiento natural de muerte y la vida.

El único propósito de amortizar el ser. Morir, para vivir el infinito, donde pasa absolutamente todo, y que al mismo tiempo es un vacío.

La muerte no es más que un sueño sin dormir, es un viaje que cambia de nombre en cada una de sus vueltas. Formateando las vidas pasadas en el vasana del karma que las almas deben pagar en la siguiente.

Un largo letargo de la consciencia, que despierta siempre en un punto nuevo sin saber el sentido de su vida.

Aquella alma errante del tiempo, abrió los ojos por primera vez, estando despierto desde vidas antes. La suave voz de la mujer que le trajo al mundo le tranquilizaba, y los latidos de su reciente corazón excitado palpitaban a la par con los de su madre.

—Eres hermoso... —la señorita Inko comenzó a llorar de felicidad. Le había dolido, pero aquel dolor no era nada comparado con la felicidad y el amor que sentía al tener esa pequeña criatura en sus brazos.

Su nombre fue Izuku Midoriya, llevando el apellido de aquel hombre ausente que aún era poseedor del amor de Inko.

El mundo nuevo al cual aquella vieja alma fue a parar, era un mundo lleno de privilegios como de desgracias. Era de ensueño, y el encargado de cumplir los sueños y deseos frustrados de las vidas pasadas de quienes caían ahí, así como el de castigar sus actos inhumanos.

Izuku Midoriya veía las estrellas cada noche, preguntándose cómo funcionaba el destino, y por qué él estaba ahí, en ese mundo tan diferente que parecía ser completamente normal para los demás.

Desde pequeño, con solo cuatro años de edad, Izuku comenzaba a recordar cosas que no tenía por qué.

A pesar de que el mundo que lo rodeaba carecía de todos esos elementos fantasiosos, él solía recordar personas que jamás conoció, y recordar cosas que jamás pasaron. Su madre decía que tenía una imaginación increíble, que sería todo un escritor, ignorando la realidad del pobre niño.

Solía jugar con alguien en sus recuerdos, decía que era su amigo imaginario, pero solamente trataba de imitar a la persona que tanto se manifestaba en su mente. Era un niño de ojos rojos como rubíes, y cabello rubio ceniza, su piel bronceada se debía a que pasaba los días bajo el sol sin camisa, y sabía muchas más cosas que él, era más grande y más fuerte.

Izuku solo quería recordar quién era exactamente, pero el único nombre que venía a su cabeza era "Gogo".

—¡Izuku! Vamos bebé, vendré por ti a la salida ¿Sí? No llores....

Vuelve a besarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora