Hace mucho tiempo que no iba por allí, los recuerdos lo abrumaban. Solía pensar que era un lugar más en el pueblo al que iban los adolescentes en verano a tumbarse cerca de la orilla del lago, tomar el sol, beber cerveza fría y a jurarse un amor tan eterno como lo que duraban las vacaciones.
El cielo y el lago lucían el mismo azul claro y el agua estaba tan lisa como el cristal. La primavera había vuelto los árboles de un verde muy vívido. Un petirrojo saltaba de una rama a otra. Todo estaba en calma y en paz, desentonando con su mente agitada. Sabía de memoria detrás de que árbol salía el sol. Podía sentir el tacto de la grama bajo sus pies descalzos. Recordaba los aguijonazos que producía el agua helada, aun siendo un hermoso y soleado día.
Con una sonrisa en los labios se acercó al roble que conocía desde que tenía uso de razón. Era un árbol robusto que se alzaba majestuoso hasta el cielo. Las ramas salían por todas partes, invitando a gritos que alguien trepara a él. Se sentó bajo su sombra, sacó un cigarrillo y se dispuso a recordar todos los buenos momentos que ese lugar le había dado.
YOU ARE READING
Sebastián
RomanceSe sentía más vivo cuando estaba muerto. Ironías de la vida. Cada día descubría algo nuevo sobre si mismo. Era algo increíble. Pero se sentía solo, muy solo. ¿Podría encontrar algo de compañía en un lugar donde nadie lo veía?