Raoul acaba por acostumbrarse al café con leche sin mucha azúcar.
Le da la sensación de que así le mantiene más despierto.Se acostumbra también a coger el coche cada mañana al hospital.
Se acostumbra a llevar uniforme y bata y a que la gente le llame doctor, sin serlo todavía.
Pero sobre todo se acostumbra a que Agoney espere a su descanso para salir con él a las escaleras de emergencia para fumar y contarle más detalles sobre su vida.
Se acostumbra a salir de trabajar para salir con amigos, porque está conociendo gente gracias a Agoney.
Y se acostumbra a cenar con él muchas noches.
Le gusta tanto acostumbrarse a todo eso que cuando a Agoney le cambian de turno cree perderle el gusto a la medicina.
Solo puede verlo en el cambio de turno y eso no le gusta. Se saludan y cuando Agoney se va, a él le quedan ocho largas horas por delante.
Por eso, cuando sale el martes de trabajar a las diez de la noche y ve al canario fumando encima del capó de su coche, el estómago le da tal giro que cree que va a vomitar de los nervios.
Se acerca deprisa y sonríe sin darse cuenta.
"Doctor Vázquez" le dice tirando el cigarro y levantándose de su asiento improvisado.
-Hombre, Agoney- se ha dado cuenta de que no sabe qué decir sin sonar desesperadamente agradecido.- ¿Qué haces aquí?
-¿Qué crees que hago aquí, chico? Pues invitarte a pasar el rato conmigo.
Quiere que sea solo con él. Adora a sus nuevos amigos, pero a quien echa de menos es a Agoney y quiere tener un rato a solas con Agoney.
-¿Y los demás?
-¿Debería saberlo? He dicho conmigo.
Y Raoul siente un alivio y un bombeo tan rápido en el pecho que podría correr hasta Sevilla y volver esa misma noche.
Van a casa de Agoney y ha preparado la cena, este no para de pensar en lo mucho que le gusta pasar el tiempo con el rubio.
Poco a poco va abriendo el caparazón de seriedad y concentración que muestra cuando está con los demás, porque cuando están solos bromea, cuenta chistes malísimos que tiene la necesidad de reirle como si fuesen la broma más elaborada de la historia.Como aquel de Caperucita y Pinocho, cuando Raoul termina diciendo "Miénteme, miénteme" él estalla en una carcajada que llena los oídos (y el pecho, para qué engañarse) de Raoul.
Y sonrien mucho, lo que más les gusta al uno del otro es la sonrisa. La de Raoul grande, perfectamente alineada y reluciente.
La de Agoney, por el contrario, se ladea por algún estúpido complejo, tiene los incisivos centrales separados y ese espacio es la perdición de Raoul constantemente, porque cuando sonríe, la ve, la ligera y perfecta separación de las piezas 11 y 21 de su dentadura.Aquella noche se mira al espejo antes de acostarse y se obliga a sí mismo a pensar que no le gusta Agoney. Que lo que siente es agradecimiento, porque lo acogió desde el primer día y cuando lo ha echado de menos se ha quedado hasta las dos de la mañana viendo capítulos de Sense8 a pesar de que se tiene que levantar a las seis de la mañana. Solo porque Raoul no la ha visto pero le han hablado bien de ella. Se autoconvence de que lo que quiere es un amigo.
¿Por qué? Porque su corazón está roto como el de un paciente al que le tocó atender el día anterior. Se llama Sebastián y no deja de sufrir anginas de pecho.
Es él el que da la idea de los parches de nitroglicerina, que ayudan a paliar el dolor y que la sangre y el oxígeno fluyan más fácil.
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nitroglicerina
FanfictionLos parches de nitroglicerina se usan para prevenir el dolor en el tórax (angina). Funciona al relajar los vasos sanguíneos que van al corazón, para, de esta manera, aumentar el flujo sanguíneo y el suministro de oxígeno al corazón.