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Paredes color celeste, una ventana más chica que el plasma situado a la esquina derecha de la habitación; el humo, incauto entre las paredes, bailaba junto a la música que sonaba del aparatejo que sostenía una muchacha castaña, blancona y de un tamaño casi similar a un niño de 10 años. Yo solo les cuento alguna que otra característica, pero la chata tenía un cuerpazo; junto a ella estaban dos flaquitas más: La primera de piel canelita, unos ojazos que te mueres, y unas caderas redonditas; el pelo lo tenía pintado, ella también era castaña. De la segunda ni que hablar, también tenía la piel canela, flaquita; la más alta de las tres, por centímetros quizá, unos ojazos de un café tan dulce como sus labios ¿Qué cómo lo sé? Pues hay rumores de que sus besos te dejan reanimadísimo, pero que puedo saber yo si solo soy el narrador. La rolita que se escuchaba era anticuchaza, una de Pedro Suarez Vertiz, esas si que eran canciones, pero el tiempo avanza y la música ya no es como antes. Se escucharon tres golpes a la puerta y un "ya terminó la hora" de la señora del hostal ¿Qué pensaron? ¿Que estas tres tenían plata para un departamento o habitación con plasma? Están bien locos ustedes, apenas tenían para los pasajes a la universidad, a sus dieciocho años, perdón "18/17", recalcando, la más pequeña de las tres era la de caderas redondintas, ¿Quién diría no? diecisiete años y ya había probado un sorbito de libertinaje. Pero volviendo al tema... A su edad, y estando en la universidad, seguían viviendo con sus viejos "Señoritas ya acabó la hora".
—Un ratito—. Dijo la flaquita de los dulces besos.— Que nos estamos cambiando, señito.
—Saliendo le dejo sus cinco solcitos—. La blanquita intervino.—Que me voy a duchar, seño.
Una habitación y tres locas que apestaban a vómito, alcohol, y tabaquillo barato. Sorry, me olvidé mencionar el ron, piscano y las chelas que se metieron, sin olvidar algún que otro porrito tirados en el suelo ¡Mierda! El suelo, un cague de risa, tres niñas destrozaron una habitación, una fiesta de tres, pero le faltó algo de sexo para ser una buena fiesta; entonces, solo llamémosle "reunión".
—¡¡¡POR LA PUTA MADRE!!!—. Grito la chata agarrando un trapo lleno de vómito.—ME HAN CAGADO LA CHOMPA.
—Tú solita la vomitaste, Nina—. Contestó la morena de los ricos besos, la que no tenía el pelo pintado, pero si bien negro.— Venga que una buena lavada lo saca.
—¡Jajajajajaja!—. La risa es de la otra morena, ya saben "caderitas redondas".— Estás tan borracha, Leslie, que estás hablando como española, tía—. Bien risueña la niña.
—¡¡Hostia!!¡¡Hostia!!—Dijo Nina.
—Antonella, yo no estoy borracha, yo estoy CHO-CA-DA—. Leslie, "musitó" la última palabra.
—Mira, mamita, estás que apestas a alcohol y casi no puedes ni pararte, sin mencionar que estabas llorándole a tu ex—. Antonella le atinó a cién.— Eso, aparte de decir lo borracha que estás, menciona lo ridícula que te pones cuando chupas.
—La dejaste calladita, Anto—. Dijo Nina acercándose a Leslie.—Ven, chiquita, yo sé lo que te dolió—. Nina abrazó a Leslie.—Pero por la pitrimitri, por feos y pendejos no se llora.
—Además, no decías TÚ que la tenía chiquita—. Dijo Antonella agresiva, no se sabe si por el trago o por el cansancio de escuchar la misma historia todos los días—. El huevón de seguro te ha metido agüita de boxer.
—Señoritas, ¿ya?
—Un ratito—. Dijeron las tres al unísono.

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