Un porrito para el invierno y la garganta ¡¡calienTIta!!, o si eres más fino un cafecito, pero de los amargos, huevón, ¡¡Asu qué rico!! Es un buen día para caminar.
—¿Fumas?
—No, nada, yo no fumo.
—¡Jajaja! No fumas o no sabes, flaca.
—No sé y no fumo ¿Me das permiso?
—Hey bonita, ¿por qué tan amargada?
Leslie se fue, despidiéndose con una mano alzada y la otra en el bolsillo de un saquito negro. La flaca sabía como despedirse, pero lo que más sabía era vestirse y enmarcar la figurita que tenía, no era de plata, pero que estilito llevaba; el saquito negro lo tenía con un bluejean; unos zapatitos con punta color nude y una blusita blanca, sencilla la nena. Leslie, leslie, les, con ella no van las huevadas, y mucho menos huevones, ella es de barrio "carita de ángel; lenguaje de camionero" le decían sus amigas o quizá ella misma se nombro así. La historia la sabe la flaca ¿Te la cuento? Muy chismoso de mi parte, ¿no? tranqui, ya la vas entender, hasta quizá te la cuente ella solita.
Les agarró su simpatía y se sentó en una banquita de madera que estaba en plaza Francia; Agarró un porrito de las buenas Marías que estaban en el bolsillo de aquel saquito negro. Esa huevona no va a fumar. Bueno, no fuma "cualquier huevada" ni mucho menos con "cualquier huevón" Más romántica la flaquita, pero era cierto no fumaba con cualquiera.
La flaca miraba la iglesia de plaza Francia intentando recordar su nombre. Era enorme, color celeste, portón de madera y detalles blancos. Le encantaba la plaza; era pequeña, sin árboles, una vista de la iglesia increíble, pero lo mejor era lo que se encontraba a pocos metros. Leslie se alejó de sus pensamientos, esta vez tratando de recordar lo que llamamos "lo mejor de plaza Francia.
—¡San Cristóbal!—. ¡Eureka! Lo mejor de plaza Francia era la librería San Cristóbal; para una chica de "clase media baja" nada es más satisfactorio que libros gratis. Nina la llevó en verano, para una flaca bajadita del cerro, San Cristóbal era otro mundo. Leslie sabía que si quería relajarse con un buen libro, y GRATIS, tenía que entrar. Tiro el porrito en un tacho cerca a su banquita. Y dicho y hecho entró. La flaca era amante de Varguitas Llosa, el libro que más le gustaba era "La historia de Mayta". Fanática de Varguitas la flaca.
La librería tenía una puerta de vidrio, ventanas gigantes que daban vista a colecciones desde García Marques, Hernnan Hesse, Charles Bukowsky, Truman Capote, entre otros. Una minita de oro. por dentro se encontraban gigantes estantes llenos de libros, piso de madera, sillitas acolchonadas, mesas, buena luz, paredes de color mentita con cuadros y más estantes; un universo para la flaca, menos mal no afectaba a su bolsillo, porque leer ahí era gratis.
Agarró un libro viejísimo de Tarot, y se sentó a leer. Curiosidad le llaman unos; huevadas de chibolo le digo yo.
—Castillo, que alegre sorpresa verte acá—. Si algo hacía molestar a esta flaquita era que la llamaran por su apellido, pero hay quienes no le temen a la muerte y menos a las perras
—Lástima que no pueda decir lo mismo, Silva, ¿qué quieres?
—Quiero muchas cosas, Leslie; por ejemplo: tirar.
—Acá en la Av. Arequipa hay una variedad de putas para ti y tu bolsillo.
—No me digas esas cosas que te extraño y no sabes cuanto.
—Martín, eso ni tú te la crees—. Leslie se paró y salió de la librería.—Salúdame a tu novia—. ¿No les dije? La flaca sabe como despedirse.
¡Qué día! ¡Qué día! Dos imbéciles en un mismo día. La flaca salió cansada, ver a Martín si que le quitó toda energía que le quedaba, y aún así se fue a caminar.
—Ya ha pasado un año...—. Musitó.
Y era cierto, hace nomás un año que se separaron y a ella le dolió como mierda. Martín no era agraciadado, usaba lentes, los ojos los tenía hundidos, trigueño clarito, rulosito y, además, flaquísimo ¿Qué le había visto Leslie? Porque debajo de esos pantalones ajustados el mundo era tan pequeño... Bueno, uno no decide de quien enamorarse.
El teléfono de Leslie sonaba.
Cogió el teléfono.—¡Aló!
—Hola, quieres pasarte un ratito por acá—. Contestó una voz masculina.—Hace frío y podríamos calentarnos ¿por dónde estás? Te recojo, aprovecha que estoy con el carro.
—Estoy por Quilca, ¿En cuánto llegas?
—En veinte minutos exactitos ¿me esperas?
—Te espero veinte minutos exactitos—. Leslie colgó
Algunas flacas lloran, otras no le toman interés, algunas los buscan, pero este no es el caso, Leslie tira y tira rico.