Prologo

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Hubo una época donde los piratas eran libres de hacer su propia voluntad, pero ahora esa era esta por terminar

-capitana Margareth Teach-

Corría el 3 de noviembre de 1720, la mar estaba tranquila, las velas de un navío eran izadas y la bandera descolgada del palo mayor, los botes descendían poco a poco mientras que el ancla era arrojada a las profundidades del mar.

Las olas mecían la embarcación con suavidad mientras que algunos de los marineros miraban con desgana y preocupación por la borda de aquel navío, preguntándose qué abría en las profundas aguas para que llamasen a ese paso marítimo el paso de la muerte.

–dejad de mirar las aguas, el oleaje no amainara por mucho que miréis el oscuro abismo– dijo una voz femenina la cual subió al último bote que quedaba en la cubierta del navío, una mujer Hermosa vestida con una casaca marrón de capitán y un sombrero de tres picos, portaba bajo la casaca una camisa blanca rasgada para mostrar su ombligo y unos pantalones de tela cara, las botas altas eran visibles por encima del pantalón pues las tenía puestas de forma que la pernera del pantalón quedaba dentro de aquel calzado negro; en su cintura se podía ver un cinturón donde había un sable y una bandana cubría su pecho de forma lateral guardando su pistola de mecha en un ángulo de 90 grados con respecto a su cuerpo para que no se callera la carga de pólvora cuando la guardase, sus ojos eran verdes y su cabello rojo parecía fuego honduleante cada vez que el viento soplaba y su fino rostro parecía que fuese a romperse con el mínimo tacto.

Al lado de la mujer se podía ver un chaval de apenas 12 años de edad, parecía algo nervioso, un joven de cabellos castaños y ojos azules, su tez blanca en la piel y su cinturón raído con un sable mellado y una pistola vieja, el equipo del muchacho parecía haber pasado por unas cuantas manos antes que por las suyas.

Las ropas del niño de apenas 12 años eran muy simplistas, portaba una camisa blanca algo manchada mientras que su pantalón parecía haber sido cortado por un objeto cortante no hace mucho, las mangas de la camisa le venían algo grandes mientras el cinturón era lo único que le aseguraba su pantalón a la cintura.

La mujer una vez subió a esa pequeña embarcación ayudó al chaval subir junto a ella, a diferencia del muchacho la mujer no tendría más de 20 años. Conforme subió solo se sentó junto a la muchacha, guardando silencio mientras está le acariciaba de forma leve su pálido rostro. Frente a ellos un cofre de madera con cierres de hierro se encontraba reposado en el suelo de esa barcaza de madera a remos custodiado por el remero de ese pequeño bote.

–venga bajad el bote, la marea no se mantendrá mucho tiempo baja y pronto la entrada quedará inundada– decía uno de los marineros que se quedaron en ese barco, por sus vestimentas debía ser el segundo de abordo, había tomado el papel de capitán pues era su deber hacer ese papel las veces que su capitán no estuviese en ese barco, algo que los hombres respetaban y no dudaban en obedecerle como si les fuese la vida en ello.

La embarcación no tardó en tomar contacto con el agua, el repentino parón de esa barca hizo que ese joven de cabello castaño se agarrase al bote, dirigiendo su mirada a las aguas donde de vez en cuando se podía ver algún tiburón martillo pasar sin prestar mucha atención a la barcaza.

Ante ese acto la mujer puso su mano en el hombro del niño, causando que este la mirase de forma casi inmediata, pocas veces había bajado del barco y se notaba que aún le tenía miedo al Mar. -tranquilo, no te harán nada si te quedas aquí- le dijo con ánimo de calmar los nervios del muchacho el cual solo dio asintió con la cabeza, tratando de dar un si en respuesta aunque ni una palabra salía de sus labios atemorizados.

El muchacho solo volvió a mirar al horizonte, viendo a poca distancia esa formación rocosa azotada por la marea.

Las holas rompían en la fría y dura roca, los remeros de los botes hacían cuanto podían para luchar contra la marea, a medida que se acercaban la niebla se hacía más densa, y más furiosa parecía estar la marea.

Mi bandera por creenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora