Cuando se hizo con aquella penumbra comenzó a caminar, dejando cada vez más atrás el bosque helado.
Aquel silencio no era más que el preludio de su locura. Escuchaba pasos a sus espaldas, pero no veía a nadie al volverse, escuchaba ramas romperse, pero no pasaba nada más, veía sombras moverse delante suya, pero luego se desvanecían. Nada. Y el silencio era desquiciante, pues provocaba una falsa sensación de ruido que no existía realmente.
Lo que le parecía oír pero luego solo era su imaginación, lo que le parecía ver, pero luego desaparecía, tantas sensaciones y al final no eran nada.
La rabia y la locura se apoderaba de ella. Pero no se paraba ni un instante, porque aquella oscuridad, silencio y locura no se la tragaría. Saldría de allí. Como fuera.
Los árboles comenzaban a escasear, el espacio se hacía mayor y la espesura de sus pensamientos se disipaba también. Volvió a escuchar hojas romperse bajo pisadas, pero esta vez lo ignoro, error.
De repente un punzante y terrible dolor atravesó su hombro izquierdo. Un dolor tan espeluznante que el tiempo parecía que se ralentizaba mientras la hoja atravesaba su hombro, desgarraba la piel, los músculos y rompía el hueso. La sangre manaba de la herida ardiente, mientras el frío se apoderaba del resto del cuerpo.
Su grito cruzó el bosque entero, mientras era acompañado por una frenética risa.
Calló al suelo de rodillas, las lágrimas se desbordaban y todo parecía más borroso, pero no se permitió caer al suelo, aún con el arma clavada en su hombro corrió, mientras gritaban su nombre tras ella, giró entre los árboles y cuando tuvo unos segundos, saco el filo de su piel, lo que le provoco agudo que estremeció todo su cuerpo de arriba a bajo, contuvo el grito, pero no las lagrimas que comenzaban a emanar de nuevo.
Temblaba, no podía dejar de hacerlo, el frío se adueñaba de cada órgano de su cuerpo y la herida seguía ardiendo, pero aún estaba en pie, con dificultad.
Sintió las pisadas atrás y no lo pensó, cuando su agresor de rostro cicatrizado por una quemadura, se abalanzó de nuevo, blandió aquel enorme cuchillo y rajó su brazo con furia. Retrocedió, pero ella no, volvió a atacarle, dándole esta vez en la cara. De la garganta del atacante salio un grito desgarrador que llegaría hasta el mismo infierno.
Calló al suelo malherido.
Y ella se fue de allí tan rápido como podía, pero con el arma fuertemente agarrada en la mano derecha, mientras el brazo izquierdo parecía ser cada vez más inútil.
"Te encontraremos, vayas donde vayas."
Aquello le perseguía mientras corría junto con el sonido de una aterradora risa que se cortaba entre gritos y llantos. De nuevo se había adentrado en el bosque, así que buscaba con desesperación la salida. Perdía mucha, se paro para poder relajarse, respirar hondo, sentir aquel dolor aun agudo que la hacía temblar y andar dando tumbos. Con ayuda de aquella especie de machete corto un trozo del vestido y se envolvió la herida para parar la sangre, aunque no serviría de mucho. La cabeza se le iba. Por suerte encontró una vez más la salida del bosque. Un luminoso y apacible prado iluminado por la luz del atardecer y que limitaba con una ciudad y un lago.
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El camino del que no se vuelve.
HorrorTodos aquellos miedos surgieron cuando menos los esperaba, de una realidad que no me imaginaba. Los cuentos también pueden ser crueles.