Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura: la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, tanto en lo que se refiere al bien como al mal .
En un pequeño pueblo al norte de chawen (marruecos), un día en que el viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Tenía que suceder más temprano o más tarde, pero tenía que suceder. Nací con el don de la risa y con la intuición de que algún día podría cambiar el mundo.
Emergí cuando mis padres estaban separados, cada uno y donde se ubicaba para localizar un simple trozo de pan, para matar el hambre que cada vez penetraba nuestras entrañas, cada vez más desgarrador y cruel. Mohamed, mi hermano mayor, era por entonces un jovencito displicente, cuya sola mirada se hacía culpable de alguna misteriosa ofensa hacia su persona,que nunca conseguí descifrar. En cuanto a mis padres y hermano mayor, en aquel entonces no me hacían el menor caso. De modo que los primeros años de mi vida fueron bastante solitarios.
En cuanto a mi nombre, mi madre llevaba mese pensando en cual escoger, después de estar un cierto tiempo meditando acabo por seleccionar su preferido, cabe decir que mi tía fue su gran ayudante para optar a mi nombre . A pesar del esfuerzo que hicieron en preferir el nombre no les sirvió para nada.
El cuñado del padre de la niña, un hombre tan alto y tan flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo. Calzaba sandalias de pastor y la túnica morada que le caía sobre el cuerpo recordaba el hábito de esos misioneros que, de cuando en cuando, visitaban los pueblos bautizando muchedumbres de niños y casando parejas amancebadas. Decidió por si mismo bautizar el nombre de la niña sin que sus padres se dieran cuenta. Escogió el mejor nombre para él: khadija.
Mi madre en cuanto descifro lo que sucedía, una lagrima de decepción deslizo por su mejilla rojiza y con acné, después del acontecimiento la madre ni salia de su casa ni entraba, estaba a un esquina observando aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo, como se juntaban en un montón, como dormían un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegados a las esquinas y así pasaba día taras día.
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Guerrera sin espada
RandomPodría empezar mi historia diciendo que trata sobre el amor, errores, sufrimiento, dolor, incluso bullying, pero eso ya esta en las mayoría de las historias. Des de mi persona quiero remarcar que mi historia se diferencia del resto por ser real, es...