El techo de su habitación seguía siendo blanco. Marcos sabía pefectamente que por muchas horas que pasase mirándolo no cambiaría. La almohada estaba mojada y todos los recuerdos, las dudas,... todo se deslizaba por sus mejillas desde sus ojos hasta la cama sin ningún control. Como una tormenta de emociones que en ese momento no le dejaba dormir...
- Marcos la cena está – gritó la madre desde la planta baja- no tardes que se enfría...
- Ya voy...
La cena estaba amarga, o a lo mejor simplemente era el sabor que todos le dejaban cada día. Su madre le miraba fijamente. Su padrasto ignoraba cada movimiento, cada sentimiento,...ignoraba a todas las personas allí presentes.
- Marcos, mañana tienes clase. Vete a la cama que hay que madrugar.
- Me duele la barriga, ¿no puedo faltar mañana?
- Mañana vas a ir a clase, te vas a callar y te vas a tu habitación. ¿Lo entiendes? - gritó Alberto, el padrastro- así que cállate y te subes a tu cuarto sin decir nada.
- Buenas no... hasta mañana...
Contuvo su grito de ira. Sus buenas noches no sería tan buenas y no dijo nada pues su garganta estaba tapada por un nudo que no podría desatar esa noche entre llantos y gritos que solo él y su libreta escucharían una vez más.
[...]
- ¡ Marcos, el desayuno ya está!
María, la madre, subió a su habitación...
- ¡Alberto, Alberto! ¡Marcos no está! - gritó desesperada.
Caminaba intranquilo, de un lado hacia otro sin controlar sus pasos. Y despertó una vez más en aquella habitación, en la que vio aquel día a un doctor hablar al oído con su madre, la cual le ocultó todo lo que pasaba. No había nadie. Solo médicos nerviosos con un paso ligero de una habitación a otra, muchos botes extraños identificables para Marcos y... su madre.
No la miró. Simplemente apartó la mirada, se agarró de la manera más fuerte que pudo a cualquier objeto para caminar y salió corriendo del hospital. No le importaba nadie. No le importaba nada.
Querido futuro...
He decidido escapar. No soy un vagabundo ni pretendo ser tarnzán en la aventura. No me voy a despedir de nadie. Solo se que no se a donde voy que tú, te vienes conmigo.
No entiendo que me pasa. Mi cabeza tiene ideas contrarias, imágenes de muertes, de cuchillos, de siniestros, de sueños, de esperzanzas... no comprendo nada de lo que está pasando.
Ese hombre que vive en mi casa es un maldito maltratador, no sé como ayudar a mi madre. Soy un maldito desgraciado. He huido sin salvarla. Tengo miedo de que pase algo, no quirero que muera, joder, no quiero. Quiero que él desaparezca y yo...
yo solo quiero dejar de hacer daño a los demás. Como mierda ahora eso, por favor, ayúdame. Todo es llanto y rabia y los días más lluviosos son lo únicos que me hacen sonreír. Y parece que vivo en un desierto...
Dime, futuro. Si algún día te vuelvo a leer en un día como hoy, prométeme que todo habrá cambiado. Promételo.
No te preocupes, creo que estaré bien alejada de todos. Son simples problemas de un adolescente inadaptado.
No pasa nada...
No pasa nada...
No pasa nada...
O eso le digo a todos, porque realmente sí pasa...
[...]
Todos los televisores, todos los periódicos mostraban el rostro de Marcos.
De segundo titular, un hombre llamado Alberto, con una denuncia por malos tratos.
El mar no sonreía hoy tampoco. Un día más libre o encerrado en ese mundo sin poder volar.
Marcos cogió un camino diferente al que solía llevarle a todos sus destinos. Esta vez apareció en una cueva. Entró y todo su alrededor estaba cubierto por fotos, algunos conocidos, desconocidos,... todas las fotos estaban medio enterradas entre cenizas.
Nada encajaba en la historia. Nada tenía sentido y Marcos no sabía que pensar. Algunas miradas le resultaban familiares. Algunos de ellos que abandonaron el mundo hacía unos años, cuando él, alejado de la adolescencia, aún sonreía con su madre y su padre como una familia feliz en un pasado convertido en un simple recuerdo.
De pronto escuchó unos pasos. Se escondió rápidamente y vio una sombra. Era su madre...
- Ayúdame, por favor. Haz volver a mi hijo, a todos los que se fueron... y haz desaparecer a aquellos que le hacen y me hacen da;o. Cura a mi hijo por favor... al'ejalo de todo lo malo y sacale una sonrisa...
Comenzo a llorar mientras pronunciaba aquellas palabras delante de las paredes de la cueva, rezando a un ser que posiblemente no exista algo que posiblemente no ocurra...
Marcos salio despacio para que su madre no le escuchara.
Sabia que nada de eso pasaria.
El mar no sonreía hoy tampoco, pero esta vez las olas parecían avisar que una tormenta se acercaba esa noche, pues la manana siguiente seria complicada para muchos, especialmente aquellos de que estaban en esas fotos
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SOLO MIRA DENTRO
Teen FictionUn chico adolescente de 16 años aparentemente normal, algo apartado por sus "compañeros". Víctima en casa de la violencia de su padre. Enfermo y afectado con un pasado oscuro...