Prólogo

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–¿Llevas el móvil?

–Si, mamá.

–¿Y el pasaporte?

–Si, mamá.

–¿Y llevas...

–Tranquila, mamá lo llevo todo.

–Bueno, vete ya que se irá el avión sin ti–dijo mi madre asfixiándome en un abrazo, me giré y también abracé a mi padre.

–Se responsable y cuídate mucho ¿Vale?–asentí con la cabeza porque tenía miedo de que la voz me traicionase.

–No quiero que te vayas Kate–gimió mi hermano sin soltarse de mi pierna.

–Vamos Tom, tengo que irme.

–¿Volverás?–dijo sin soltarme.

–Por navidad–le prometí y fui hacia los embarques.

No quería alejarme de mi familia pero era una gran oportunidad, iba a irme a la universidad de Toronto, Canadá, lo que había soñado desde que era una niña y por fin se había cumplido. Me senté en la ventanilla y comencé a fantasear sobre la universidad, los profesores, las amigas y la residencia.

Iba a ir a una residencia con 5 personas españolas, bueno 4, me habían dicho que una de las chicas era portuguesa pero que podía hablar español. Según mi madre la residencia es algo fantástico y conoces muchas chicas de otros países que pasan a ser tus mejores amigas, tenía mucha ilusión.

Al terminar el vuelo fui a la cinta de maletas y recogí la mía un tanto abultada por toda la ropa que llevaba dentro, fui a la parada de taxis y me dirigí hacia mi nueva casa.

Al llagar un chico de pelo negro y ojos azules me abrió la puerta, no era un gran problema convivir con un chico, seguro que las demás chicas ya lo tenían acostumbrado a las normas de la casa o tal vez era el novio de una de ellas.

–Hola, soy Kate Becher–me presenté educadamente, no quería caerle mal si era el novio de alguna.

–Si, dijeron que llegabas hoy–dijo encendiéndose un cigarrillo sin prestarme mucha atención.

–¿Puedo pasar?–pregunté señalando hacia adentro, me soltó el humo en la cara pero se hizo a un lado y yo entré.

–¡La nueva chavales!–gritó el chico muy al-un segundo ¿Chavales?

Cuatro chicos entraron en la cocina y me miraron, recé para que las chicas tuvieran muchos novios.

–Estos son los demás.

–Hola, yo soy Mathew, encantado–dijo un chico delgado de pelo negro y ojos verdes estrechándome la mano, parecía muy amigable.

–Pues está buena–silbó un chico de pelo marrón y ojos grises.

–Cállate Zach–dijo el chico que me había abierto la puerta al ver que le miraba el tal Zach me guiñó un ojo, definitivo, no me caía nada bien.

–El enano es Simón–continuó señalando a un chico bajito con el pelo tintado de azul–solo habla portugués.

–Olá–dijo sonriendo mucho.

–Aquel es Ethan–un chico rubio de ojos azules me saludó con la cabeza–Y yo soy Bruno, bienvenida, Simón te enseñará tu habitación ¿Simón?

El portugués se encogió de hombros y echó a andar por el pasillo esperando que yo lo siguiera y eso hice, era muy bajito me llegaba a la altura de los ojos. Me guió a mi habitación, yo le di las gracias y me eché en la cama, mañana iría a exigir un cambio de residencia.

(*)

Me desperté y bajé a la cocina donde Simón estaba comiéndose cuatro tostadas, Ethan estaba sentado en la encimara comiéndose un sándwich y Zach rebuscaba en la nevera.

–Buenos días–dije, parcialmente a Simón.

–¿Has dormido bien preciosa?–preguntó Zach por detrás mío.

–Déjala en paz Zach–dijo Ethan lanzándole un plátano que el otro alcanzó al vuelo.

–Sándwich jamón–dijo Simón 

–Repite lo que oye es como un loro y cuando oye algo que le gusta lo repite muchas veces–explicó Ethan.

Me despedí de ellos y llamé a la universidad.

–Universidad de Toronto ¿Dígame?–me contestó una voz aterciopelada al otro lado de la línea.

–Si, mire, me han puesto en una residencia masculina y yo pedí una femenina.

–Lo siento señorita, pero no hay posibilidad de trasladarla hasta dentro de un mes.

–¿Pero no puedo cambiar de residencia?

-Lo siento señorita, pero no hay ninguna casa libre hasta dentro de un mes, tendrá que esperar.

-¿Vivir entre chicos durante un mes entero?

¿Que podría salir mal?

Viviendo entre chicos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora