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-¿Tomas la píldora? -pregunta con preocupación.

Cuando lo dice me doy cuenta lo irresponsable que fuimos. Afortunadamente, sí. La tomo. Pero de todas formas ni siquiera pensé en eso antes, de modo que si no la tomara ahora solo tendría que esperar, con el alma en un hilo, la llegada de mi periodo. Y que decir de las ETS, tampoco pensé en ello.

-Estoy limpio -interrumpe mis pensamientos. Adivinándolos. 

-Si. También yo -aclaro. Aunque en realidad no lo se. He tenido relaciones con una sola persona en toda mi vida, Aaron, de modo que nunca he considerado ir por exámenes. Supongo que debería hacerlo. Sólo por seguridad.

-¿Savannah? -pregunta Ian bajo el chorro de agua.

-¿Que? -levanto la mirada. Agua en forma de lluvia cae sobre nuestros cuerpos desnudos.

-La píldora.

-Oh, eso. Sí, la tomo. Tranquilo.

El alivio aparece en sus ojos azules. 

Toma mi mano y lleva mis dedos a sus labios. Los besa, con delicadeza, uno a uno. Cuando ha terminado con todos, los mira y sonríe.

-Supongo que ya es hora de salir- pone mis arrugados dedos frente a mis ojos.

Sonríe en respuesta y me volteo para cerrar la llave.

Ian se pega a mi espalda y comienza a besas mi cuello. Gimo. Hace a un lado mi cabello mojado para tener el acceso libre. Continúa besando y luego empieza a juguetear con el lóbulo de mi oreja. Vuelvo a gemir. Mis brazos viajan hacia atrás para tocarlo. Es tan alto que mis manos alcanzan su cuello con dificultad. Envuelvo mis brazos. Toma mi lóbulo en sus blancos dientes y tira suavemente. 

-Ian -gimo su nombre.

-Eres adictiva, Savannah. No se suponía que fueras así. Eso lo dificulta todo ¿sabes?

¿Qué dificulta? ¿De qué habla?

-No te entiendo -digo con la respiración entrecortada.

No me responde. Lleva una mano hasta mi sexo y pasa un dedo por su longitud. Estoy mojada. Toma mi humedad con sus dedos y comienza a juguetear con mi hinchado clítoris.

-Estas tan húmeda. Tan lista -murmura en mi oído con la voz ronca.

Introduce un dedo y comienza a moverlo, lentamente, en círculos. Chillo cuando mete dos más de golpe. Mi vagina se tensa alrededor de sus dedos, que ahora se mueven con dureza dentro de mí. 

-Eres tan cerrada, nena. Me vuelves loco -deja escapar un gemido mientras sigue besando mi cuello.

Siento como mi cuerpo empieza a tensarse, advirtiendo que esta a punto de estallar, a punto de romperse de placer.

-Ian -digo jadeando -, me voy a correr.

Me voltea rápidamente, sin sacar sus dedos de mi, para quedar frente a el. Empieza a mover sus dedos con una velocidad salvaje, bruta. Grito y me besa fuertemente, con pasión para beber mis gritos desesperados. 

Me corro en sus manos.

Mi piernas tiemblan y se que no seré capaz de mantenerme en pie. Ian lo nota. Saca sus dedos lentamente y me apoya contra el frío cerámico de la ducha. Mira fijamente a mis ojos cuando mete, uno a uno, los tres dedos que estuvieron dentro de mí en su boca. Los chupa, me saborea. 

-Eres deliciosa. Jodidamente dulce -dice aún con la vista fija en mis ojos.

Me ruborizo y bajo la mirada.

Apasionadas mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora