Encuentro 4

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"A la mañana siguiente me desperté sobre las nueve de la mañana con la cabeza de Chloe en mi cuello y sus manos una debajo de la almohada y la otra en mi pecho. A penas había dormido esa noche pues me la había pasado dándole vueltas a nuestra conversación y en cómo podría arreglar la situación. En toda la noche no había logrado encontrar una manera de disculparme y pensé que tal vez podría empezar con un desayuno. Lentamente me deshice de su agarre y me levanté de la cama. Deposité un ligero beso en la comisura de sus labios y pude ver cómo una pequeña sonrisa se dibujaba en su cara.
Ya en la cocina me dispuse a hacer café, un café sólo para mí y un cubano con vainilla para Chloe. Dejé puesta la cafetera y me puse a hacer la comida: tostadas, gofres, macedonia y tortitas, además de un zumo de naranja. Lo recuerdo como si fuese ayer. Alrededor de entre las nueve y media y las diez menos cuarto ya tenía listo el desayuno y solo faltaba que se despertase la pelirroja.
Se pasó por mi mente la idea de llevarle el desayuno a la cama, pero preferí no hacerlo. Me cansé de esperar, la paciencia no es una de mis virtudes, y fui a despertar a Chloe.

Beca: Chlo, despierta son las diez.
Chloe: Un poquito más.
Beca: Se va a enfriar el desayuno.

Me senté ligeramente curvada en el borde de la cama observando bien el despertar de Chloe. El pelo se había soltado de su enganche y ahora había por toda la almohada rastros rojizos. Un mechón de pelo posado en su mejilla fue retirado hasta quedar colocado detrás de su oreja. Otra vez mis manos actuaban libres, sin hacer caso a mi cerebro que pedía calma. Y esque eso es lo que provoca Chloe en mí: me hace actuar inconscientemente. Recuerdo tocar, también de forma inconsciente, la cicatriz de su frente; era pequeña pero desde la cercanía se podía ver con facilidad, poco profunda y de una longitud de pocos milímetros.

Chloe: ¿Te gusta lo que ves?
Beca: La verdad es que sí.
Chloe: Me lo imaginaba, no haces más que sonreír.
Beca: Tú también estás sonriendo.
Chloe: A mí también me gusta lo que veo. Oye Beca ayer me comporté como una verdadera idiota... Yo no quería decir esas cosas... Yo lo siento mucho.
Beca: Fue un malentendido pero podemos solucionarlo aquí y ahora. Si quieres, claro... Porque si no quieres tampoco voy a obligarte. 

Y lo que llevaba esperando desde el primer día que la vi entrar en el café sucedió: Chloe me besó. Sus labios eran finos y suaves, tenían un ligero sabor a coco y eso me volvía loca. Sus manos pasaron de sujetar mis mejillas a colocarse en mi nuca para profundizar el beso. Torpemente me senté en sus caderas y el tacto con su piel desnuda me hizo estremecer.
Los dientes de la pelirroja tiraron de mi labio inferior y me hizo gemir suavemente. Sonrió entre medias de un rápido beso y luego me miró tiernamente. Nadie nunca me había mirado así. Retiró un pelo de mis labios y los acarició como si quisiera recordarlos para siempre. No esperé y volví a besarla, no podía aguantar más. La besé ya bastante desesperada, y la desesperación estaba a punto de convertirse en lujuria, y esta en pasión desenfrenada. Nuestras lenguas, que se batían en una lucha constante de la cual yo llevaba el ritmo, no tenían la intención de parar. Estoy segura de que Chloe no quería parar y yo tampoco quería que acabase.
Posó sus manos en mi cadera y las bajó a mi culo, movió sus manos por encima y me hizo reír. Volvió a morderme el labio. Volví a gemir.
En un ágil movimiento y como si de un ninja se tratase, se colocó encima mío, me sujetó las manos por encima de la cabeza y me besó en los labios. Dejó de atacar mis labios para besar así otras partes de mi cuerpo: la comisura de mis labios, la mandíbula, el lóbulo y el cuello. Que me besase así me estaba poniendo a mil, pero cuando llegó al cuello... No sabría cómo explicarlo. Era satisfactorio pero tenía muchas cosquillas y no pude evitar reírme.

Beca: Chloe me haces muchas cosquillas. (Risas).
Chloe: ¿Tienes cosquillas en el cuello? (Sonrisa pícara).
Beca: Muchas.
Chloe: A ver...

Volvió a besarme el cuello y yo comencé a reír. A pesar de mis súplicas e intentos de librarme de aquella pelirroja no pude quitarla de encima. Al cabo de unos minutos paró y otros tantos minutos después una mancha morada apareció en el costado de mi cuello.
Ese día no hubo sexo, después de la pequeña guerra montada descansamos en la cama y desayunamos sin prisa. Chloe supo esperarme, no me insistió en tener sexo aún estando "más cachonda que una mula" como ella dice, y eso decía mucho de ella: sabía cuándo tenía que insistir y cuándo no. Era una virtud más que añadir a la lista de cosas que me gustan de mi mujer. Sí, durante el desayuno decidimos que sería una buena idea conocernos e intentar algo, no queríamos ninguna que lo que podría haber pasado en mi cama se quedase en eso, en algo que podría haber pasado y en una despedida."

La pelirroja del café.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora